Reflexión: Denuncia y crítica de la política actual

Aristóteles, en su libro Política, fundamentó de manera bastante definitiva la política de Occidente. Esta política será asumida y bautizada por santo Tomás de Aquino en la  Edad Media y ha llegado a nuestros días.

Lo que dejó claro Aristóteles es que una política es buena si busca el bien común, y es degenerada si busca el bien particular. No importa que el poder político lo tenga uno (monarquía) o una minoría (los mejores, aristocracia) o la mayoría (democracia) si buscan el bien común, el interés general.

Javier Domínguez

El poder degenera

“Las desviaciones de estos gobiernos son: la tiranía, que lo es de la monarquía; la oligarquía, que lo es de la aristocracia; la demagogia, que lo es de la democracia. La tiranía es una monarquía que sólo tiene por fin el interés personal del monarca; la oligarquía tiene en cuenta tan sólo el interés particular de los ricos; la demagogia, el de los pobres. Ninguno de estos gobiernos piensa en el interés general.”  (Aristóteles, Politica. Libro III, Capitulo V.)

Tenemos que advertir que las palabras griegas de Aristóteles tienen un significado en parte diferente en el castellano de hoy. Así, por ejemplo, monarquía para Aristóteles significa el mando de uno, aristocracia el mando de los mejores, y democracia el mando del pueblo.

Para Aristóteles, Franco fue un monarca (monás-arché: mando de uno) que degeneró en tirano, porque no buscó el bien común de todos los ciudadanos sino el bien de los suyos, media España, y el exterminio de la otra media.

Esto viene de antiguo. Escribía Fígaro hace 185 años: “Aquí yace media España. Murió de la otra media.” (Mariano José de Larra, El día de los difuntos de 1836. Fígaro en el cementerio).

Es que en este País son y  han sido muy pocos los partidos políticos que buscan el bien general de todos los ciudadanos, el bien común. Todos buscan el poder, y la mayoría no para llevar a cabo un proyecto político sino para fines espúreos, como forrarse los bolsillos.

La constitución y sus trampas

La Constitución fue un avance con trampas. La trampa fue muy estudiada y realmente eficaz para perpetuar el poder absoluto (tiranía) del franquismo.

Se manejan y combinan  hábilmente cuatro factores:

Primero: La Constitución determina que tanto los senadores como los diputados son elegidos como representantes de las provincias, pero no representan para nada a la provincia por la que han sido elegidos, salvo algún caso raro como Múgica, y se agrupan por partidos.

Segundo: Designa un mínimo de diputados y senadores elegidos por provincia.  Esto hace que en las provincias rurales y pequeñas como Soria, normalmente conservadoras, los ciudadanos necesiten menos votos que en las grandes urbes para elegir a un representante. (Un senador por Soria necesita unos 30.000 votos, y por Madrid, cerca de un millón.)

Tercero: Exige un porcentaje de votos por provincia para obtener representación. Esto  hace que los votos que se concentran en una o dos provincias, como los del PNV, obtengan muchos representantes, mientras que los partidos que se extienden por todo el territorio como pequeños partidos pierdan sus votos. Estos votos perdidos llegan a veces a más de un millón, que se queda sin  representación.

Cuarto: Este tramposo sistema de elección se incluye en la Constitución. No puede cambiarse más que con un porcentaje de votos que requiere el acuerdo de los grandes partidos. Esto da a los partidos mayoritarios la facultad de veto: lo lleva usando Casado, auténtico representante de la derecha franquista, mil días.

La combinación de todos  estos factores ha dado como resultado la situación actual.

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