Editorial: ¡Ojo por Ojo!.

¡Ojo por ojo!

Vivimos en un mundo de violencia extrema, más extrema que la violencia animal regulada por los instintos. Los poderosos de la tierra, los que rigen el mundo tienen potencia destructiva suficiente para acabar con la vida en el planeta y suministran sofisticadas armas a todo el mundo, que emplean y dosifican contra los que se oponen a sus planes con represión o con guerras de destrucción masiva, según exija el vencer al que se opone. Por otra parte los atacados responden frecuentemente con violencia extrema. Nosotros sufrimos en los trenes de cercanías de Madrid uno de estos ataques de violencia desproporcionada y brutal, Vivimos en un mundo regido y cimentado sobre la violencia.

Ha habido siempre a lo largo de la historia una resistencia a la violencia, un intento de al menos poner coto y proporcionalidad a esta violencia desatada.

Se han ido imponiendo normas fundamentalmente éticas, que la mayoría de las veces no se han cumplido. La primera fue la del “Ojo por ojo, diente por diente, asno por asno, vida por vida…” que es uno de los primeros intentos de controlar la violencia, imponiendo una proporcionalidad en la venganza y que todavía no se cumple (En Israel, por ejemplo, en lugar de golpe por golpe vida por vida, misil por misil, como manda ley emplean “bala por golpe, masacre por vida, bombardeo por misil, guerra por intifada)

Luego vino la guerra justa. Fue un español profesor en Salamanca, el Padre Vitoria el que dijo que para que la guerra fuera justa tenía que tener unas condiciones y unos motivos. Que el haber descubrimiento América o convertirles a la fe cristiana no da derecho a hacerles la guerra. Y concluye que los “perureros”, los conquistadores del Perú inca, tienen que devolver lo robado, restituir a las autoridades incas y vivir como emigrantes en esa sociedad, sometidos a sus leyes, si quieren quedarse.

Pero se impuso la teoría de Maquiavelo: el gobernante que quiera regirse por criterios éticos de justicia, va a la ruina. La ética es un impedimento para el buen gobierno.

A pesar de todo la humanidad fue imponiendo , a trancas y barrancas la ética, aunque la mayoría de las veces sólo en teoría o por tratados que no se cumplen. Vino primero la regulación de la guerra: señalamiento de los crímenes de guerra, derechos de los prisioneros de guerra, defensa de la población civil, prohibición de determinadas armas, (los gases y las minas antipersona) y después la regulación de la represión, la criminalización de la tortura, la condena de la “guerra sucia” y del paramilitarismo, los crímenes contra la humanidad, la justicia universal, en fin la defensa de los derechos humanos. Y ahí seguimos.

Modernamente se ha ido desarrollando un movimiento llamado de no violencia activa, que es antisistema, pero no emplea la violencia. Emplea las manifestaciones, encadenamientos, sentadas, huelgas de hambre, escraches, toma de carreteras, desobediencia civil, cortes de tráfico, acampadas en la ciudad…Gandhi, Luther King, y tantos otros.

Jesús vivió en un mundo violento. Entre sus seguidores más cercanos había personas armadas. Modernas investigaciones dicen que Judas Iscariote, (Judas el sicario) lo entregó por motivos políticos, porque lo de poner la otra mejilla era un peligro para la causa judía. Pero Jesús fue un antisistema no violento. Dijo a los suyos “mete tu espada en la vaina porque quien a hierro mata a hierro muere”. Terminó en la cruz.

En este número de la revista vamos a tratar de dar unas pistas sobre la violencia y la represión, que nos sirvan para el diálogo y la reflexión de cómo debemos comportarnos en este mundo tan feroz, y de violencia desatada.

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