Entre el Amor y el Miedo

Queridas amigas y amigos de la Utopía

Difícil es caminar hacia la Utopía cargados con una buena mochila de temores. Y esas mochilas abundan mucho en nuestra sociedad. No nos queda más remedio que librarnos de ellas. ¿Y cómo? Hace poco un amigo sicólogo me decía que los dos sentimientos básicos de los seres humanos son el amor y el miedo. Creo que es cierto, y que eso tiene un fundamento existencial muy profundo. ¿Qué vemos, o qué intuimos cuando miramos al fondo del universo?

Hace unos días el periódico decía que astrónomos de la India habían descubierto un supercúmulo de galaxias situado a cuatro mil millones de años luz de la Tierra, y se calcula que ese supercúmulo contiene unos mil billones de estrellas semejantes a nuestro sol. Podemos verlo como una noticia curiosa sin más, y pasar adelante para ver los últimos casos de corrupción o los últimos resultados de los partidos de futbol. Pero, si le dedicamos una mirada un poco atenta, ¿no nos sentimos anonadados ante esas magnitudes? ¿Qué hay detrás de ese abrumador universo? ¿La nada? ¿Sólo es un cosmos incomprensible e insensible, ante el que somos menos que impotentes microbios? Una visión que nos lleva a la angustia existencial, y de ahí a todos los miedos.

Pero en el corazón y la mente de los seres humanos se ha sentido el soplo de un viento muy suave, susurrando que detrás de ese universo fascinante hay algo que no podemos comprender, algo que se deja entrever como vida y amor. Los cristianos creemos que a ese fundamento último nadie lo ha visto jamás, pero que a un ser humano le llamó Hijo suyo. Y este Hijo nos dijo que ese principio de todo era un Padre lleno de amor. Y por tanto, “No temáis, amad, amad al Padre sobre sobre todas las cosas y amaos entre vosotros”.

Desde que el Hijo lanzó su mensaje,  el mundo ha dado muchas vueltas. Su mensaje ha sido rechazado por unos, olvidado por otros, y deformado por muchos que se decían seguidores suyos. Sin embargo sigue resonando a través de los siglos invitando a todos a superar el temor y vivir en el amor y la confianza.

Una cosa fundamental en el mensaje  del Hijo fue: “No podéis servir a Dios y a la riqueza”. Seguramente es lo más olvidado en el mundo de hoy. Los hijos de las tinieblas son más  astutos que los hijos de la luz y han conseguido que se instale el culto a la riqueza como supremo dios. De ahí, la ambición sin límites, el individualismo egoísta y… ¡el temor!

Vivimos en la sociedad del temor, de la desconfianza, de los muros, de las armas y de los nacionalismos estrechos y agresivos. Temor a los terroristas, a los emigrantes… a ¡los otros!  Temor a las crisis, a perder el trabajo, a perder la posición social, perder la salud, perder la juventud… Temores a veces conscientes y muchas veces inconscientes, que se pretenden tapar con el éxito social, con el alcohol, con las drogas o con diversiones alienantes.

Temores que están alimentados por las élites económicas y políticas como arma de control social. Pero temores de los que tampoco ellos pueden librarse. ¡Cuántas veces se ha dicho que el dinero es cobarde! Y ciertamente la oligarquía financiera tiembla ante la posibilidad de perder una parte de su inmensa riqueza. Son capaces de provocar hambrunas, guerras, crisis, lo que sea, con tal de que su fortuna siga creciendo. ¡Pero no se pueden librar del temor! Al  fin y al cabo, la vida que se escapa, la angustia existencial está ahí, detrás de todos los seres humanos.

Resulta patética la esperanza que algunos -entre los más ricos, naturalmente- ponen en la tecnología para prolongar indefinidamente la vida humana. ¡Cuando la tecnología, puesta al servicio del capital, está más bien contribuyendo al deterioro acelerado de la vida en nuestro planeta! Tienen la insensata pretensión de acabar liberándose del temor a la muerte gracias a una obra del cerebro humano.

Lo único que puede superar radicalmente el temor es el amor, el sentimiento que nos acerca al fundamento amoroso de todo ser. El amor que nos hace sintonizar con el espíritu de Jesús. La confianza en sus palabras: “No temáis a los que matan el cuerpo…” Sólo ahí está la verdadera victoria sobre el temor. La confianza que nos hace avanzar hacia la Utopía de un mundo en que haya otro Dios que el dinero.

Antonio Zugasti

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