Vivimos en la esperanza del cambio

52 pg 2252 pg 21Antonio Mínguez

Federación Budista de España 

Es proverbial, que las gentes comunes de aquellos países en los cuales la cultura budista dejo su huella, suelen afrontar la vida con paciencia, estoicismo y dignidad. Ante cualquier situación, por adversa que resulte, no desaparece de su rostro la sonrisa. La expresión serena, enigmática y transmisora de paz que caracteriza a las imágenes de Buda, suele reflejarse, como la luna en el agua, en los semblantes de sus discípulos. El secreto de este comportamiento es muy sencillo: ante cualquier situación a la que se enfrenten, por penosa y difícil que resulte, se repiten interiormente la siguiente formula: “Sólo se trata de una molestia pasajera”. Ellos viven en una realidad que a nosotros, occidentales, se nos escapa con frecuencia: la certidumbre del cambio. Un budista vive en la conciencia de que todo se transforma y modifica continuamente. La mutación, a veces imperceptible en lo cotidiano, es constante e inevitable. Su ánimo, también se ve fortalecido con una confianza absoluta en la Ley de Causa y Efecto. Saben por si mismos, que los acontecimientos de hoy son producto y herencia del pasado, y que los de mañana, serán sólo la consecuencia inevitable del presente. También saben, que toda acción, por insignificante y modesta que pueda parecer, tiene una repercusión universal. Cada acto, cada palabra, cada pensamiento son una semilla, y, forzosamente, tarde o temprano, darán su fruto. Nada sucede por que sí, y nuestra vida, al margen de los acontecimientos naturales, es el resultado inevitable de nuestros actos.

Todo tiempo es nuevo, sólo que es una continuidad del anterior, y como tal, comporta las consecuencias del pasado, pero también nos trae consigo la posibilidad del cambio. Por estás razones la esperanza esta bien fundamentada, porque se renueva a cada instante. Igualmente podría serlo la desesperanza, pero como budistas, no deberíamos caer nunca en ese error, porque sabemos que aunque nuestra vida individual es corta y limitada, la Vida, es eterna. A pesar de los errores de la historia, tenemos confianza en el hombre y en el sentido y significado de sus actos. Nos sabemos sólo un eslabón en la cadena inabarcable de los acontecimientos, una pequeña parte de la correa de transmisión del pasado al futuro, pero somos conscientes de nuestra autonomía para modificar los errores e influir en los acontecimientos, porque creemos en la racionalidad de la causa y el efecto, y no en el determinismo y la fatalidad del destino. Sabemos que, llegado el caso, podemos hacer de nuestro ser una pagina en blanco, como si todo debiera comenzar de nuevo.

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En las pinturas orientales de paisajes, siempre aparecen figuras humanas diminutas en alguna parte del cuadro, pequeñas, pero siempre visibles y dando contenido y equilibrio al conjunto. Es una forma de decir que somos una parte minúscula del cosmos en cuanto a nuestro tamaño físico, pero aquello que le da sentido. Estas pinturas son una alegoría del universo. Gracias a los avances de la astronomía y la cosmología moderna vislumbramos su grandeza, y, tenemos el convencimiento de que sin nosotros toda esa magnificencia no tendría ningún significado. El Universo entero, sin el hombre, sólo sería un infinito solar plagado de pedruscos y cascotes inútiles. Una inmensa escombrera estéril.

No caemos por esto en la interpretación antropológica del mundo que tanto daño ha hecho a nuestro planeta, al pensar que todo ha sido puesto exclusivamente a nuestro servicio, lo que ha justificado extinciones masivas, deforestación, superexplotación y otros excesos que pagaremos caros. No nos consideramos dueños de la Naturaleza, pero sí lo más importante de su contenido. Por este motivo es la humanidad la que cuenta para nosotros, la que constituye nuestro interés fundamental. Nos importa el ser humano de forma individual y colectiva: nos preocupa como ser independiente y autónomo, porque entendemos que cada vida es un camino y que el dolor y el sufrimiento son personales y que para el sujeto que los padece nunca son insignificantes; y nos importa en su conjunto porque para nosotros no habrá justicia, ni bienestar social en el mundo, hasta que no llegue en igualdad de condiciones a todos los seres. Por estas razones, entendemos que toda acción encaminada a conseguir estos fines es justa y buena proceda de donde proceda. Sólo distinguimos entre dos ideologías y formas de proceder: las que persiguen lo bueno y provechoso y se comprueba por sus resultados, y las que originan lo malo y dañino y producen sufrimiento.

Como no tenemos ninguna certeza en cuanto al conocimiento de la Realidad, la buscamos continuamente, y empezamos por lo más próximo e inmediato: nuestro corazón. En lo pequeño y cotidiano encontramos el sentido y la grandeza de la vida, y en la compasión la inspiración y el motor de nuestras acciones. Respetamos y comprendemos la fe y creencias de los demás, pues sabemos que quién desprecia la opinión y el sentir del otro está limitando su propia sabiduría. Vivimos en la confianza que siempre es terca y obstinada, porque sabemos que nada es definitivo, y en la esperanza: porque creemos que el cambio está en nuestras manos, aunque la limitación de nuestra existencia personal a veces no nos permita comprobarlo. Trabajamos de forma individual y nos sentimos seres independientes y libres, pero tenemos la mente puesta en la Totalidad de la Vida, por que sabemos que aunque hoy existimos como partículas desgajadas del todo, un día volveremos a la Unidad, y somos conscientes del sentido de los versos védicos: Una gota de agua aislada se evapora, pero dentro del mar se convierte en el Océano.

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