Utopìa 103. Superar los miedos

Editorial Provocar miedo es rentable

Lo han sabido todos los poderes desde tiempo inmemorial. La cultura del miedo es la cultura de la dominación por parte de unos y la de la sumisión, la desesperanza, la desmovilización, la resignación y la humillación por parte de otros.

Postverdad y miedo

Provocar miedo, igual que mentir compulsivamente, desfigurar la realidad, culpabilizar, amenazar, calumniar, difamar, ningunear o manejar titulares de los medios de comunicación son instrumentos muy rentables. Estamos hoy en la cultura de la postverdad; en ella la verdad se construye artificialmente según las conveniencias e intereses de los poderes económicos, políticos, militares o religiosos. La postverdad es la verdad fabricada, en la que puede no haber nada de objetivo, de comprobable, de sincero, de justo; lo que pasa es que sirve a quien la fabrica. Pero para que la postverdad sea aceptada, a pesar de sus contradicciones, ha de ir acompañada del miedo: miedo al caos, a que todo pueda ir peor, a la privación de libertad, a la guerra, a una multa, a una enfermedad, a los partidos de la oposición, a la pobreza… y a todo lo que el imaginario del miedo pueda vocear en cada momento, según sea el tipo de poder y de interés que busca rentabilidad.

El miedo paraliza y somete

¿Qué objetivo tienen, si no, la Ley Mordaza promulgada por el gobierno actual en España o las mentiras de las multinacionales farmacéuticas para vender una vacuna innecesaria o las vallas entre países para que no nos invadan los bárbaros o la indefinida producción de armas para combatir a cualquier enemigo potencial o las múltiples normas de las religiones? El miedo amordaza la libertad de conciencia y de acción, la capacidad de indignarse ante la injusticia, el derecho a la protesta… El miedo, está claro, es rentable para quien sabe manejarlo; eso es lo que hace el gobernante que provoca el miedo sabiendo que miente cuando habla, para el acosador en una empresa o en un colegio, para el vendedor de alarmas y para el predicador que culpabiliza a la gente y amenaza con el infierno. El miedo es poliédrico y podemos estar sometidos a muchos miedos a la vez, con lo que nuestra capacidad de resistencia y de crecimiento personal y social se debilita.

En este número de Utopía reflexionamos sólo sobre algunos aspectos del miedo, incluidos los que tiene la Iglesia, y sobre cómo intentar superarlos; hay aún un amplio campo de reflexión que cada persona y cada grupo han de hacer. Superar el miedo implica necesariamente tres cosas: una buena información, una opción decidida y una lucha colectiva. Sólo la indignación que se expresa en unión con otros lleva a la movilización contra el miedo.

Quien provoca el miedo para manipular a otros es un corruptor de las relaciones, de los sentimientos, del equilibrio personal y social, y un destructor del tejido comunitario. Jesús de Nazaret, que también conoció el miedo, repite una y otra vez a sus seguidores que no tengamos miedo, pero al mismo tiempo insiste también en que estemos unidos.

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