Reflexión: Volver a Jesús de Nazareth

Vivimos un tiempo de crisis religiosa de la que no escapa nuestra Iglesia. Basta asomarnos a nuestros templos, prácticamente vacíos, o mirar cómo se cierran conventos y seminarios.

Luis Pernía

Dos hechos pueden incidir en la agudización de esta crisis: por un lado, los grandes descubrimientos de la ciencia en los últimos siglos, que cuestionan muchos postulados religiosos hasta ahora considerados inamovibles, y, por otro, el lastre que arrastran las religiones al alejarse de su proyecto inicial y de sus orígenes.

Del mensaje de Jesús a la religión del Imperio

En el caso de la Iglesia, los descubrimientos de la ciencia ponen en cuestión la creación, el origen de la vida, el más allá después de la muerte, el cielo y el infierno, los milagros, eso que llamamos sobrenatural y un largo etcétera. Por otro lado, está la carga histórica de añadidos que se han ido acumulando en el seno de la Iglesia hasta alejarla del mensaje originario de Jesús de Nazaret. Y es que, a los pocos años de la desaparición de Jesús, se fue gestando un cristianismo diferente del originario del propio Jesús. Puede considerarse el nacimiento de la religión cristiana a partir de la reflexión de Pablo de Tarso, en los primeros escritos del Nuevo Testamento. Luego, en el siglo cuarto, Constantino (a. 313, Edicto de Milán) y después Teodosio promulgaron este cristianismo como la religión del Imperio, establecieron su jerarquización y  su status económico y de poder.

El cristiano posreligional

CCP GRANADA

La actual crisis religiosa va más allá de las formas, pues afecta a la naturaleza de la misma trascendencia humana. La otrora evidencia de Dios ha caducado. La creencia en el más allá, el “segundo piso” sobrenatural, se ha caído. Las prácticas religiosas, antes tan omnipresentes, se han esfumado o resultan inadecuadas.

¿Qué hacer? Hoy se habla de un nuevo enfoque cristiano que se define posreligional, más allá de la religión cristiana, y que establece la distinción entre el cristianismo como movimiento de los seguidores de Jesús, el cristianismo originario que apuesta por el amor a fondo perdido, y la religión transmitida por la tradición de la Iglesia y que, como toda religión, se estructura con sus dogmas, su libro, sus templos y personas sagradas encargadas de distribuir la gracia a través de los sacramentos.

Un mensaje claro y escueto

Ese enfoque posreligional que vive nuestro tiempo parece focalizarse en una espiritualidad laica y una moralidad o ética que pone el énfasis en Jesús de Nazaret como referencia clave y decisoria, lo cual exige separar la paja del grano en cuanto a la figura de Jesús. Porque si repasamos los escasos datos históricos sobre su persona, su vida y su mensaje, nos daremos cuenta de que su figura y sus actitudes son muy sencillas, y su mensaje, claro y escueto: el Reino de Dios. No es todo el artificio que rodea la religión. Sabemos que nació de María y José, en Nazaret, lo más seguro. Su vida transcurrió con normalidad, dejando su casa para dedicarse a su labor profética: el anuncio del Reino de Dios, con sus características de lucha contra el hambre y el sufrimiento, una lucha basada en unas relaciones humanas fraternas.

Un solo mandamiento…

También los medios que Jesús utilizó para proclamar el Reino de Dios fueron muy sencillos: las parábolas, ejemplos de la vida diaria que envuelven un mensaje concreto. Como buen judío, fue un hombre religioso, pero contrario a la institución judaica y a sus normas y ritos. Estuvo en desacuerdo con la sacralidad del templo y su comercio. Se opuso a los sacerdotes, a sus costumbres y ceremonias. Y tuvo como ley suprema y única el mandamiento del amor a todos y todas, incluso a los enemigos. Se rodeó de discípulas y discípulos que seguían a su persona y su mensaje. Todo muy sencillo y popular, sin elucubraciones teóricas ni obligaciones extrañas. Así transcurrió la vida de Jesús y sus seguidores. Sabemos que fue perseguido por su comportamiento y manera de pensar. Fue condenado a muerte por la autoridad civil y la religiosa. Y esa fue la vida de sus seguidores durante los primeros años de la expansión del cristianismo, al margen de la religión judaica.

…con detalle en las Bienaventuranzas

Jesús de Nazaret inició un movimiento de discípulas y discípulos que siguieron  transmitiendo su mensaje, un mensaje basado en las Bienaventuranzas, dirigido especialmente a los pobres, como preferidos por Jesús, destinado a dar de comer a los hambrientos (la multiplicación de los panes y los peces) y a promover la salud de los que sufren (mediante las curaciones), y con un mandamiento único, el del amor, como base de las relaciones humanas.

 “Muchas de nuestras creencias no se adecuan al mensaje de Jesús de Nazaret, lo cual empieza en los mismos relatos evangélicos. La cultura teocrática y mesiánica de los evangelistas se impuso sobre el significado de fondo de Jesús. Ninguno convivió con Él. Lo mismo ocurrió con la impronta neoconversa de Pablo. Se inició así una teología realista escorada hacia la restitución del pecado en lugar de orientar simbólicamente el mensaje de Jesús en su andar haciendo el bien hasta dar la vida” (Santiago Villamayor).

 En este contexto es necesario repensar la Iglesia abriéndose a los hallazgos de la ciencia, hallazgos que plantean a las religiones, a todas las religiones, la necesidad de dar respuesta a una serie de interrogantes: ¿el universo ha sido creado por Dios o procede de una explosión energética (Big-Bang)?, ¿cómo crea Dios un universo en continua evolución?, ¿el hombre y la mujer han sido creados a imagen y semejanza de Dios?, ¿cómo premia Dios a los buenos y castiga a los malos?, ¿cómo explicamos las catástrofes cósmicas y el mal?, ¿existe el pecado original?, ¿hay un plan salvador por parte de la divinidad?, ¿en qué consiste el final de la vida?, ¿existen el cielo y el infierno?, ¿cuál es el destino de la humanidad y del cosmos? No podemos seguir utilizando las respuestas tradicionales, porque han cambiado las preguntas.

El nuevo paradigma Nuestra sociedad posreligional y secular pone sobre la mesa el nuevo paradigma, que defiende el cristianismo originario de Jesús de Nazaret y no tanto la religión cristiana, producto  en buena parte de la creación humana. Todo ello porque en esta época en la que nos ha tocado vivir hemos de ofrecer a toda la humanidad la construcción de una sociedad fraterna, más allá de las murallas doctrinales e institucionales que ofrece la institución de la Iglesia y “atravesar hasta la otra orilla, possecular y posreligiosa” (José Arregi)

3 comentarios

  1. aRTICU LO MUY INERESANTE

  2. Enhorabuena a mi amigo Luis por las ideas sugerentes que nos ofrece en este artículo. No cabe duda que la ciencia está planteando serios interrogantes a nuestras creencias religiosas. Todo el Génesis esta en entredicho por la cosmologia cuántica de hoy. ¿Fue creado el universo por Dios, en siete periodos de tiempo o procede de una explosión energética (Big-Bang) y que está en continua evolución?. Que el ser humano, mujer y hombre, no fue creado por Dios nos lo dice la genética al decirnos que todos procedemos de una Eva mitocondrial africana etc. Otra cuestión en entredicho es que la teología que aprendimos y oímos no se sostiene ya, como el Dios extraño, que está arriba, todopoderoso y castigador tampoco se sostiene. Dis es Padre y Madre que nos sostiene, mantiene y está más dentro de nosotros que nosotros mismo, decía Agustin. Tampoco Jesús murió por nuestros pecados, lo mataron los dirigentes de la Sinagoga, aliados con el poder civil de Roma. Y por supuesto Jesús no fundó una Iglesia, predicó el reinado de ese Dios Padre/Madre aquí, en este pequeño planeta, como en el universo entero. Esto hizo cambiar nuestro paradigma religioso. Ya no volvíamos a ese Dios nuestro por medio del camino religioso, de los sacrificios, de las practicas religiosas, de las procesiones etc, sino mediante el compromiso humano y político de hacer felices a los demás, fueran hermanos o enemigos nuestros. Y es cierto, ahora está ampliándose ese paradigma, como dice bien el otro ex-franciscano Arregi. Salud

  3. Me parece que en muchos de los nuevos paradigmas para entender el cristianismo se encierra un serio peligro de tirar al niño con el agua sucia de la bañera. Jesús no fue un reformador social, fue ante todo un hombre profundamente creyente, íntimamente unido a un Dios al que llamaba Padre. El mandamiento fundamental: ama a tu prójimo como a ti mismo, Jesús lo considera semejante al primero: amarás a Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas.
    La ciencia actual lo que descarta totalmente es una interpretación literal de las sagradas escrituras, pero nos enfrenta a un misterio mucho más profundo del que los hombres primitivos pudieron intuir al ver caer los rayos o nacer los frutos de la tierra.

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