Reflexión: Tecnocracia, ¿una solución?

Maysoun Douas

 En tiempos anteriores a la pandemia, debatir sobre los diferentes modelos democráticos o de gobernanza podría ser muy estimulante; cada cual tenía unos beneficios, unas limitaciones y unas carencias que de algún modo nos obligaban a seguir buscando ese modelo que nos permita definir las bases de convivencia entre los diferentes agentes que hoy por hoy coexistimos junto con nuestras circunstancias cambiantes.

Durante la pandemia, vivimos de cerca la necesidad de cierta agilidad, de respuestas rápidas, de cierta empatía respecto a la situación de urgencia y emergencia. Pero también vimos cómo las reglas que nos habíamos otorgado como sociedad democrática, en cualquiera de las sociedades democráticas a decir verdad, nos estaban retrasando en atender ciertas urgencias, con el agravante de vidas que hoy no nos acompañan.  Abriendo de nuevo el debate no sobre el modelo democrático, sino sobre la democracia en sí, la búsqueda de la causa, del responsable, ¿eran las condiciones?, ¿era el sistema?, ¿o eran los y las representantes públicos? Todos veíamos posibles soluciones y nos era inconcebible no avanzar en alguna de ellas.

Tecnocracia como modelo de gobernanza

Todo ello en los momentos de incertidumbre hizo que buena parte de la población se alejara de los valores democráticos, los mismos que nos han llevado décadas construir, a los que dábamos por cimentados y asentados, y que por una respuesta tardía y/o desigual, han generado desafección con nuestro sistema, con nuestros representantes.

Todo esto hace resurgir el debate sobre la tecnocracia como modelo de gobernanza, si bien es cierto que durante la pandemia recuperamos una alianza que se echaba de menos, contar con la opinión experta de los científicos en salud pública, virología, desarrollo de fármacos, sanitarios y otros tantos; más allá, se aprobó por consenso la mesa de asesoramiento científico para el Congreso de los Diputados, un reconocimiento a todas las personas expertas en diversos campos de conocimiento y de impacto en nuestra sociedad.

L.C. Pulido Osorio

Diversidad y pluralidad

Pero no nos llevemos a engaño; tan importante es contar con la opinión experta, por conocimiento, como la voz de la experiencia, de las vivencias de cada persona o grupos de personas afectas o colectivizadas por alguna causa; esas también necesitan tener un espacio propio que la tecnocracia no necesariamente incluye o considera.

La acumulación de saberes es una realidad que se manifiesta en la diversidad y la pluralidad de la sociedad; combinar todos estos elementos -la cultura, la sabiduría, la experiencia y la vivencia- en diálogos, en conversaciones entre personas, es la base de la democracia.

Tecnocracia, ¿ausencia de fallos?

Necesitamos interiorizar que esos diálogos no son incompatibles con la agilidad ni con la eficacia ni con la eficiencia.

Tendemos a pensar que las soluciones tecnocráticas no son asépticas; también tienen motivaciones, inclinaciones y sesgos…; también tendemos a confundir la tecnocracia con la ausencia de fallos y con ello la falta de fiscalización.

Es necesario un debate

Más allá de lo que nos invita a pensar en la tecnocracia como solución, es importante recuperar un debate que definirá nuestro futuro: las estructuras tecnológicas que fuera de la estructura de la democracia ejercen más poder político que los sistemas democráticos legítimamente elegidos.

Quizás nos falten las bases para aprovechar mejor ambas propuestas: una democracia representativa y un sistema tecnocrático donde la gestión pública colabore estrechamente con los avances y los provoque, no sólo los impulse y use una vez constatada su viabilidad a gran escala.

Tecnocracia vs. democracia

Lo que es cierto es que sin las conversaciones que trasladen las preocupaciones y con el asesoramiento desde los sectores afectados, los expertos y el resto de la ciudadanía, no podremos alcanzar un modelo democrático que responda a nuestras necesidades sociales, más allá de un sistema tecnocrático en exclusiva.

La democracia es diálogo, es participación; si la delegamos en unos pocos, tenemos que estar preparados para asumir las consecuencias de esos pocos “delegados”.

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