Reflexión: El secuestro de lo político

Casado y Abascal: Goebbels en versión cutre.

Javier Domínguez

Goebbels fue un genio de la propaganda. Con las manifestaciones, los mítines,  la esvástica celta como símbolo omnipresente, la radio y las revistas a todo color que eran los medios de comunicación de entonces, llevó a Hitler, jefe de un partido muy minoritario, al poder en Alemania. Y no tenía televisión.

Si ponéis en Google “principios de Goebbels”, os encontrareis con el método de hacerse con el poder sólo con la propaganda bien organizada y dosificada.

Goebbels llevó al poder a Hitler presentándole como el único capaz de resolver los problemas tremendos de una Alemania humillada y vencida. Elaboró un discurso ilusionante: los germánicos son una raza superior, la raza aria, destinada a dominar el mundo, pero ha sido oprimida y humillada con el tratado de Versalles, impuesto por el enemigo. Lo primero es romper el yugo, aunque cueste vidas. Es noble dar la vida por la patria.                                                                                                                           

Identificó el nazismo con Alemania y los alemanes le votaron creyendo que era unánime.

Lo explica muy bien en sus once principios:

“Por regla general, la propaganda opera siempre a partir de un sustrato preexistente, ya sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales; se trata de difundir argumentos que puedan arraigar en actitudes primitivas.”

“Llegar a convencer a mucha gente que se piensa como todo el mundo, creando impresión de unanimidad.” 

La esvástica celta, que podéis ver  abundantemente en el museo de Numancia y que hoy en día no podemos usar los castellanos, porque han convertido nuestro símbolo más viejo y universal en un símbolo nazi.

Buscó un enemigo único al que combatir

“Individualizar al adversario en un único enemigo.”

“Reunir diversos adversarios en una sola categoría o individuo; los adversarios han de constituirse en suma individualizada.”                                                                     

Tuvo mucho cuidado de no incluir en el enemigo único a los separatistas bávaros.

Lo repitió machaconamente…

La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentadas una y otra vez desde diferentes perspectivas pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas.”

“Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad.

 …de manera que todo el mundo le entendiera

 “Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar.

Tuvo muy en cuenta estas normas elementales:

“Callar sobre las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos y disimular las noticias que favorecen al adversario, también contraprogramando con la ayuda de medios de comunicación afines.”                 

“Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo al ataque con el ataque.” “Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan.”   

“Convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza grave”.

“Hay que emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que cuando el adversario responda, el público esté ya interesado en otra cosa. Las respuestas del adversario nunca han de poder contrarrestar el nivel creciente de acusaciones.”

“Construir argumentos a partir de fuentes diversas, a través de los llamados globos sonda o de informaciones fragmentarias.”

 ¿Por qué decimos que Casado y Abascal son Goebbels en versión cutre?

Porque su proyecto y objetivo de unidad de España no es ilusionante más que para unos pocos; porque su símbolo, la bandera borbónica, no apasiona, salvo en los partidos de fútbol  internacionales; porque el enemigo único no es de fuera, son los separatistas, sobre todo vascos y catalanes; porque no han sido capaces de convencer a nadie de que Sánchez es culpable de las muertes en las residencias de Ayuso; porque no han sabido silenciar los propios errores; porque no se presentan con la fuerza que requiere el que les consideremos capaces de resolver nuestros problemas; porque cambian de opinión; porque las repeticiones que hacen son aburridas; porque se les ve el plumero cada vez que hablan, afirman o  niegan; porque han convertido su representación parlamentaria en una sección del ministerio de propaganda de Goebbels.

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