Mujeres en la historia: Dinámicas de integración entre el ámbito público y el privado

Paula de Palma y Teresa Barbado

 Con esta reflexión pretendemos hacer un breve recorrido por la historia de la mujer desde una perspectiva occidental, ya que la historia aprendida por nosotras adolece de un abordaje profundo de otras realidades culturales, como la de la mujer en el Islam, en la India, etc.

Históricamente, el papel de la mujer se ha entendido como limitado al ámbito de lo privado, comprendido como lo doméstico; ha estado alejado de la esfera pública, lo que ha empobrecido sus horizontes y, por ende, sus relaciones con los hombres. Las miradas que tenemos sobre la mujer están llenas de veladuras ya que fueron diseñadas por hombres. Sin embargo, la actual investigación desarrollada en la línea de trabajo conocida como Historia de las mujeres está destejiendo los ropajes impuestos y descubriendo la labor de algunas pioneras que defendieron la igualdad de los sexos con su trabajo y su pluma, como por ejemplo aquellas que pertenecieron a la Querella de las mujeres[1]. También se está valorando cada día más la fuerza del trabajo de la mujer en el ámbito de lo privado, que se extendía por ejemplo a las labores agrícolas, base de la economía de los siglos medievales y modernos.

Los dominios de las mujeres en el mundo grecorromano: ¿únicamente domésticos?

 Los “dominios” de la mujer en la historia fueron los de la casa en que habitaba, propiedad de su marido o de un “señor”; el de los templos y el de los prostíbulos.

Las mujeres griegas estaban relegadas a su casa, eran educadas por las mujeres de su familia, salvo en Esparta, y no tenían otra condición que el de hijas o esposas. Carecían de cualquier derecho político, siendo una excepción la poetisa Safo y sus compañeras.

La mujer romana estaba excluida del ámbito político, no solía tener nombre propio sino el gentilicio o el familiar, pero estaba muy bien considerada en lo doméstico y gozaba de ciertas prerrogativas en el Derecho Romano; por ejemplo, en algunos casos podía divorciarse y recibir la custodia de sus hijos si quedaba demostrada una deshonrosa actuación de su esposo.

A pesar de ser esta la situación general, muchas mujeres encontraron formas de participación dentro un sistema que permanecía cerrado para ellas. Citamos algunos ejemplos desde el mundo religioso como las evergetas, mujeres con poder económico o de prestigio que contribuían para el mantenimiento de los gobernantes locales y para levantar templos. Este poder económico les daba una cierta autonomía a la vez que las integraba en los procesos de decisiones políticos y religiosos.

 Los espacios femeninos en los períodos medieval y moderno69pg17

 

En la Edad Media, a pesar del pensamiento de la época que atribuía a la mujer una clara inferioridad sobre el hombre, y de la existencia de derechos como el de pernada, muchas mujeres trabajaban en diferentes oficios y labraron la tierra como la mayor parte de la población medieval europea. Las nobles podían conseguir un cierto nivel cultural e incluso ejercer un papel político importante por herencia, como Leonor de Aquitania.

Los monasterios femeninos fueron un espacio privilegiado para la mujer medieval. Estos, a partir del siglo IV, se convirtieron en ámbitos poblados por mujeres con distintos estatus y educación, y en ellos hubo espacio para la meditación y el pensamiento propios. Las abadesas tenían bastante autoridad, y muchas monjas se dedicaron a la lectura y escritura, como es el caso de la abadesa, escritora y compositora de música, Hildegarda de Bingen (lo mismo le ocurrirá a sor Juana Inés de la Cruz varios siglos más tarde).

En la Edad Moderna la situación de la mujer fue muy similar a la que tuvo en la época medieval, aunque mejoró notablemente su consideración cuando actuaba en algún cargo público respecto a la etapa anterior. La versión femenina del humanismo renacentista fueron las llamadas puellae doctae o “mujeres cultas”. Por otra parte, se siguió desarrollando gran parte de la Querella de las Mujeres citada anteriormente. Y en el ámbito religioso surgieron plumas, como la de Santa Teresa de Jesús, que se impusieron a la invisibilidad tradicional de lo femenino en los espacios públicos.

 Hacia la conquista del espacio público

 La segunda mitad del siglo XVIII fue fundamental para la apertura de los horizontes femeninos. Por un lado, el cambio económico (iniciado en Inglaterra) que supuso la Revolución Industrial, ofreció la posibilidad a la mujer de trabajar fuera del ámbito de lo privado: en la fábrica y en la mina. Por otro, la Ilustración modificó en cierta medida el concepto de igualdad entre los sexos, abogando por la educación femenina. Sin embargo, todo ello no supuso un cambio real del estatus de la mujer respecto al del hombre, aunque fue creando una corriente de pensamiento y unos nuevos comportamientos sociales favorables para el nacimiento del feminismo y de otros movimientos reformadores, entre los que subrayamos la figura de Mary Wollstonecraft.

La Revolución Francesa y las revoluciones liberales decimonónicas modificaron el sistema político y social considerando ciudadanos a los hombres, pero no a las mujeres, que lucharon a través de los movimientos sufragistas por su acceso al voto y a la igualdad jurídica. La obtención de estos derechos se produjo de forma lenta y paulatina desde fines del siglo XIX hasta el siglo XX, como veremos a continuación.

 La irrupción de las mujeres en el mundo “público”: el movimiento feminista

 69pg18Hay dos factores que caracterizan la irrupción de las mujeres en el mundo público durante la primera mitad del siglo XX: la emergencia de las mujeres en la sociedad y los retrocesos que experimentan en torno a los años veinte.

En primer lugar se va desarrollando, cada vez con más fuerza, un movimiento de mujeres en la sociedad que viene del siglo pasado, con antecedentes que se remontan a escritos de la Edad Media y del Renacimiento. Al estallar la Revolución Francesa en 1789 (con sus ideales de liberté, egalité et fraternité), muchas mujeres se volcaron a los debates políticos, pero se les impidió formar parte de la polis y se les negó sus derechos públicos en nombre de supuestos “roles naturales” que los sexos debían cumplir. En respuesta a esta actitud sexista, Olympe de Gouge escribió su famosa “Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadana” (1791) y muchas mujeres se inscribieron en clubes, semejantes a “partidos políticos” femeninos. Entre los más famosos destacamos el “Club de las Ciudadanas Republicanas Revolucionarias”, compuesto por militantes populares, y la “Sociedad Patriótica y de Beneficencia de las Amigas de la Verdad”, fundado por Etta Palm para ocuparse de la educación de las niñas pobres, defender los derechos políticos de las mujeres y reclamar el divorcio.

Este período constituye una primera oleada feminista que recorre los siglos XVII al XIX; la segunda oleada se ubica entre los siglos XIX y XX. En esta última cobran mayor influencia los movimientos abolicionistas y sufragistas,[2] que logran sus objetivos junto con las declaraciones de igualdad referidas a los derechos ciudadanos. Ejemplo de ello es el derecho a voto otorgado a las mujeres en Alemania y en Norteamérica inmediatamente después de la Primera Guerra Mundial. Es también en esta etapa cuando las mujeres entran en el mundo educativo, en el ámbito público y en la vida profesional. Vemos en resumidas cuentas cómo este movimiento surge directamente ligado al ámbito político, y a partir de aquí sus contenidos y aparato crítico comienzan a irradiarse a otros ámbitos.

El segundo factor que caracteriza esta época, en torno a 1920, son los retrocesos en el acceso de la mujer al dominio público. Por un lado, durante todo el siglo XX, el feminismo fue un movimiento activo, fundamentalmente pacifista, internacionalista y progresista, que insistió en la defensa de los derechos de las trabajadoras y de las mujeres en general. Este movimiento sufrió un fuerte retroceso debido a gobiernos totalitarios y dictatoriales como el de la Alemania nazi o el régimen franquista en España. Estos gobiernos tuvieron entre sus proyectos políticos “emancipar a la mujer de la emancipación de las mujeres”.

Después de la Segunda Guerra Mundial, la mayoría de los países concedieron el voto a las mujeres, y así el movimiento feminista pareció tener un repliegue porque había perdido una de sus principales reivindicaciones. Además hay que recordar que, en esta época, el retorno de los hombres de la guerra a sus puestos de trabajo, “fue acompañado de campañas de estado, despidos masivos, propaganda y un uso policíaco de los descubrimientos médico–psiquiátricos para imponer a las mujeres su retorno a su lugar natural: el hogar”.[3]

Habrá que esperar hasta la década de 1960, cuando el movimiento feminista resurge con un nuevo entusiasmo y con una nueva conciencia: la liberación no se desprende del ideal de igualdad con el varón sino del derecho de las mujeres a ser ellas mismas (no ya según los modelos y roles propuestos externamente). Primero, las mujeres se organizan en pequeños grupos de autoconciencia para encontrarse y entrar en diálogo entre ellas mismas (“como una forma de apropiarse del lenguaje y del espacio de la política”[4]), para ir, después, formando poco a poco asociaciones y grupos, y finalmente reunirse en redes y asociaciones mayores.

Conclusiones

 Queremos concluir diciendo que, en la historia de la mujer, el tradicional reduccionismo de sus roles a los dominios de lo privado está siendo revisado (incluyendo este proceso de revisión, la reinterpretación y revalorización del propio concepto de privado). En este sentido, muchas mujeres han aprovechado los espacios “semiprivados” y de “clausura doméstica” para ejercer alguna influencia en el mundo político. También es cierto, que no ha sido hasta el siglo XX cuando la mujer ha empezado a convertir los dominios públicos en propios.

 Hoy día quedan muchas tareas pendientes como: la verdadera participación de las mujeres, un mayor protagonismo de sus voces, y un auténtico acceso en plano de igualdad a las tareas públicas tradicionalmente adjudicadas a los varones. Todo ello requiere de nosotras, seguir creando cauces para tomar conciencia de nuestros propios intereses y encontrar nuevas formas de apropiación del espacio político.

 


[1] Complejo y largo debate filosófico, político y literario que se desarrolló en Europa durante parte de la Edad Media y de la Edad Moderna hasta la Revolución Francesa.

[2] Ver C. Amorós, Feminismo y Filosofía, Síntesis, Madrid 2000.

[3] F. Gargallo, Las ideas feministas latinoamericanas, UACM, México 2006.

[4] Idem.

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