MIRA LA VIDA CON OTROS OJOS

 Mikel Arizaleta

Educador

 1. No hace mucho escribía Armando Fuentes Aguirre (Catón):

Me propongo demandar a la revista “Fortune”, pues me hizo víctima de una omisión inexplicable. Resulta que publicó la lista de los hombres más ricos del planeta, y en esta lista no aparezco yo. Aparecen, sí, el sultán de Brunei, aparecen también los herederos de Sam Walton y Takichiro Mori. Figuran ahí también personalidades como la Reina Isabel de Inglaterra, Stavros Niarkos, y los mexicanos Carlos Slim y Emilio Azcárraga.

Sin embargo a mí no me menciona la revista. Y yo soy un hombre rico, inmensamente rico. Y si no, vean ustedes: tengo vida, que recibí no sé por qué, y salud, que conservo no sé cómo. Tengo una familia, esposa adorable, hijos maravillosos. Tengo gente que me ama con sinceridad.

Poseo un pedacito del mundo en la forma de un huerto que cada año me da manzanas que habrían acortado aún más la presencia de Adán y Eva en el Paraíso. Tengo ojos que ven y oídos que oyen; pies que caminan y manos que acarician; cerebro que piensa cosas que a otros se les habían ocurrido ya, pero que a mí no se me habían ocurrido nunca. Y tengo fe en Dios que guarda para mí infinito amor. ¿Puede haber mayores riquezas que las mías? ¿Por qué, entonces, no me puso la revista “Fortune” en la lista de los hombres más ricos del planeta?

¿Y tú, cómo te consideras? ¿Rico o pobre? Porque en nuestros días hay gente pobre, tan pobre que lo único que tiene es… dinero

2. A lo largo de tardes y años he ido rebuscando en libros y vidas escondidas algo que se me negó en escuelas y universidades: el ver la historia, a sus gentes y hazañas, con otros ojos. Cambiar de criterio, limpiar los ojos de legañas inculcadas y aprendidas, convertidas ya en piel y sangre de mi sangre, en hábito, costumbre, verdad y juicio no ha sido fácil.

La antropología sabe desde tiempos que los humanos somos animales de costumbres, muy determinados por las vivencias de la niñez y la escuela, por la sopa y el refrito materno en gustos, sentimientos, afectos y valores. Los poderes depredadores se lanzan sobre los niños y jóvenes en crecimiento tratando de inculcarles sus leyes, de dirigir sus pasos, de inocular sumisión, orden y respeto en las lecciones transmitidas en planes de estudio, tratando de afianzar el statu quo y las creencias heredadas.

Pero no sólo se puede sino que hay que cambiar en la vida y hacerla tuya. El statu quo es punto de partida, nunca camino seguro ni meta en lontananza. Cuestionar lo aprendido, interrogarse por lo que se es y se hace, zarandear los sentimientos, los juicios y las creencias es tarea. Dar vuelta al calcetín que calzamos es higiénico, saludable y obligatorio.

Es frase hecha que la historia la han escrito los vencedores y la han sufrido los vencidos, los sumisos y los aborregados. Dachau, un campo de concentración de la época nazi, es símbolo de barbarie humana, también el bombardeo de Hamburgo y la violación de mujeres por nazis y fuerzas aliadas, al igual que lo fueron las cruzadas, la guerra del Vietnam, de Afganistán, de Irak, Libia y tantas otras de nuestros días, muchas de ellas exportadas desde nuestros gobiernos y países. Vender la paz con la guerra es de mal nacidos, de bestias humanas. Se dice que los alemanes fueron colaboradores y miraron a otra parte. ¿Qué hacemos nosotros en nuestro mundo, en la matanza de gentes y hermanos en nuestros días? ¿Acaso paramos tanques, maldecimos a los guerreros y somos antibelicistas confesos?

Sigue siendo una pregunta en nuestros días a nuestros gobiernos y a nosotros, ¡legionarios de Cristo!, que vendemos y exportamos guerras. ¿No pervive la guerra en nuestra vida?

3. Cuenta Eduardo Galeano en su obra “Espejos”: “Brunete, verano de 1937: en plena batalla, un balazo parte el pecho de Oliver Law. Oliver era negro y rojo y obrero. Desde Chicago, se había venido a pelear por la república española, en las filas de la Brigada Lincoln. En la brigada, los negros no integran un regimiento aparte. Por primera vez en la historia de los Estados Unidos, blancos y negros están mezclados. Y por primera vez en la historia de los Estados Unidos, soldados blancos han obedecido las órdenes de un comandante negro.

Un comandante raro: cuando Oliver Law daba orden de ataque, no contemplaba a sus hombres con prismáticos, sino que se lanzaba a la pelea antes que ellos.

Pero raros son, al fin y al cabo, todos estos voluntarios de las brigadas internacionales, que no combaten por ganar medallas, ni por conquistar territorios, ni por capturar pozos de petróleo.

A veces Oliver se preguntaba: Si ésta es una guerra entre blancos, y los blancos nos han esclavizado durante siglos, ¿qué hago yo aquí? ¿Qué hago yo, un negro, aquí?”.

Igual que nuestra pregunta hoy en esta revista, ¿Qué hago yo, creyente, en este mundo?

NB. Lugares que invitan a pensar de otra manera: rebelión.org; kaosenlared.net; insurgente.org; editoriales como Libros en Acción, Baladre, Virus editorial.


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