Frente a una religión instrumentalizada, UNA FE COMPROMETIDA

Arturo Liton

 Un ejercicio interesante consiste en escuchar lo que personas ajenas a nuestras creencias opinan de nuestras iglesias cristianas. Me cuestionan todos y cada uno de los comentarios que se pueden escuchar de sus bocas: ausencia de proyectos de futuro, desconocimiento de la realidad local, falta de compromiso en lo social, imagen de opulencia, discurso obsoleto y aburrido, posturas no aperturistas, y un sinfín más de comentarios similares. Y me sorprendo a mí mismo (como a tantos otros cristianas y cristianos) tratando de justificar actitudes que nada tienen que ver con la vida de Jesús de Nazareth, pero que entran en eso tan manido de «sí, pero es que la iglesia está formada por hombres»…

¿Qué os puedo decir? Yo no soy quien para criticar ni para justificar comportamientos, pero sí tengo seguridades; tres de éstas las puedo gritar al viento: estoy seguro de que no sé si Dios existe, estoy seguro de que no sé si mi vocación laical es la mejor de las opciones posibles para mi vida, y estoy seguro de que los cristianos a lo mejor no somos dueños de la verdad absoluta. Y este discernimiento sobre mis no-seguridades lo hago sólo desde mi compartir la vida, porque mi asignatura pendiente es la oración (¿cómo conseguís sacar tiempo en vuestro día a día para la oración? Os admiro).

A lo que iba: ¿cómo puedo yo dar respuestas a esas preguntas o a esos cuestionamientos, con los que incluso a menudo estoy de acuerdo? Todavía me hago esta pregunta (si alguien tiene la respuesta, por favor me la envíe por correo electrónico o me llame al móvil, que yo no sé cómo mis padres resolvían sus problemas de fe sin estas herramientas tan indispensables). Un retiro de discernimiento, y el conocer a la que ahora es mi mujer (más esto segundo), me ayudaron a afianzar mi vocación: soy laico, y no por exclusión, sino por definición. Y desde aquí tengo que proclamar mis no-seguridades. En las parcelas que son mías, y en las que no lo son tanto, pero siempre desde el filtro del compromiso. Y entiendo el compromiso en tres vertientes que le son propias al laico: el compromiso laboral, el compromiso político, y el compromiso vivencial de la fe; en sus dos dimensiones, la comunitaria y la individual.

Es curioso cómo solemos dar una gran importancia a si cultivamos o no nuestra fe, o si lo hacemos diaria o semanalmente, cuando realmente, si quitamos los tiempos de descanso o de relacionarnos con nuestro entorno, y por supuesto, el tiempo de dedicarnos a sacar adelante el país, no nos queda nada (a los funcionarios un poquito más, pero tampoco mucho, no os vayáis a enfadar conmigo). Yo, cuando me quise dar cuenta, estaba en una empresa multinacional farmacéutica y despidiendo a una embarazada, pero eso sí, en una comunidad laica misionera. Por mucho que yo dijera misa, mis actuaciones hablaban más alto que yo. Es cierto que no es fácil, pero uno tiene que luchar por la coherencia en todos los campos, y como laicos, lo siento, pero también tiene que entrar el laboral. Lo reconozco, he tenido mucha suerte. Ahora trabajo directamente con los campesinos nicaragüenses desde aquí, desde el norte, y está claro que no todo es bonito, pero al menos intentamos construir algo, un pequeño puente de unión entre productores y consumidores a través de una de las herramientas que nos han dejado: el consumo responsable. El saber que estoy favoreciendo con mis opciones de compra es un arma revolucionaria. Hagámosla nuestra del todo.

También me indigna cuando gritan que la iglesia no pinta nada en política y que se meta en sus asuntos ¡dicho incluso a veces por los propios creyentes! ¿Dónde hubieran quedado los profetas? ¿O dónde quedan hoy en día todos los que luchan por la erradicación de la pobreza, por la solidaridad internacional, por la justicia para todos, por la promoción de la mujer, o por tantas y tantas «causas perdidas»? De pequeño me enseñaron que la política buscaba el bien común. Hoy, mi apuesta política se centra en la denuncia en materia de cooperación internacional: el gobierno (éste, y anteriores) nos miente con su «ayuda oficial al desarrollo». Con la gente de la Plataforma 0,7 he aprendido lo poquito que sé de cooperación al desarrollo.

Y mi compromiso vivencia ahora mismo la asignatura pendiente. Pertenecemos a una comunidad laica misionera de espiritualidad javeriana. Tenemos un pequeño proyecto en Burundi, y dentro de poco tenemos que dar el relevo a los compañeros que están allí. Nuestra vocación laica es misionera, pero ¿seremos nuestra pequeña familia capaces de salir?

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