EL LARGO CAMINO HACIA LA FELICIDAD

Javier Domínguez 

Platón, en El Fedro, describe la situación del ser humano con el siguiente mito:

“Sea su símil el de la conjunción de fuerzas que hay entre un tronco de alados59 Reflexiones 1 corceles y un auriga… En nuestro caso está primero el conductor, el auriga, que lleva las riendas de un tiro de dos caballos entre los que tiene uno bello y bueno y de buena raza y otro que de naturaleza y raza es lo contrario de éste. DE AHÍ QUE POR NECESIDAD SEA DIFÍCIL Y ADVERSA LA CONDUCCIÓN DE NUESTRO CARRO.”

Desde la más remota antigüedad los pensadores, los filósofos, los sabios se han ocupado de la consecución de la felicidad. Santo Tomás Moro escribe en su Utopía: “Los utópicos aman la paz y, sobre todo, buscan la felicidad. Los habitantes de Utopía piensan que la naturaleza ha previsto que la finalidad de nuestras acciones sea el placer, y ellos llaman virtud a vivir conforme a la naturaleza.” Esto no es original de Tomás Moro, sino que es doctrina común de los filósofos griegos, que tanto han influido en nuestra cultura occidental. Prácticamente todos coinciden en la afirmación de que el ser humano busca la felicidad por su propia naturaleza, pero en el ser humano hay tendencias, pasiones, impulsos contradictorios que tiran hacia un lado u otro: los dos caballos y el auriga que describe Platón.

¿En qué consiste la felicidad? ¿Cómo se consigue?

Me parece importante recorrer un poco el pensamiento de nuestra cultura para que reflexionemos sobre nuestra búsqueda de la felicidad ¿En qué ponemos la felicidad? ¿Cómo conseguirla?

Los llamados CÍNICOS ponían la felicidad en la “autarquía”, en el bastarse a sí mismo. Diógenes el cínico vivía en un tonel, y con eso tenía bastante. Cuenta la leyenda que Alejandro fue a visitarle y le dijo que le pidiera algo. Él respondió: “Apártate un poco, que me estás quitando el sol.”

EPICURO ponía la Felicidad en la búsqueda del placer, del mayor placer posible y a la larga. La virtud consiste en elegir bien el placer. Debe huir de placeres violentos o que traen posteriormente dolor. Debe huir de todo lo que turbe. Mantener un término medio, un buen pasar sin ambiciones, sin dolor y sin turbación. Fray Luis de León, imitando a Horacio, el epicúero, escribía: “A mí una pobrecilla mesa de amable paz, bien abastada, me basta.” “Est modus in rebus” … que traduciríamos: “Las cosas tienen su cadencia”, y hay que acomodarse a esa cadencia..

Los ESTOICOS buscaban la felicidad en la imperturbabilidad. Los estoicos produjeron una fascinación en los primitivos cristianos, que pensaban que coincidían con ellos. Esta imperturbabilidad consiste en que por duros y adversos que sean los acontecimientos no deben hacernos perder la cabeza, ni siquiera perturbarnos. “Si el orbe entero se derrumba, caerá sobre un hombre impávido.” Moral de soldados. Para conseguir esta imperturbabilidad se requiere una ascética, que en resumen es lo siguiente: “Aguántate y abstente. Aguanta lo que te venga y abstente de los placeres. Esta moral la hemos sufrido los creyentes. El dicho popular: “Todo lo placentero o es pecado o engorda.”

En estos pensadores antiguos la ética está estrechamente ligada a la búsqueda de la felicidad. Para Platón la razón, el alma racional, debe conducir el carro y no dejarse arrastrar por las pasiones ni los instintos animales. Para Aristóteles es vivir conforme a la naturaleza, para los cínicos es la autosuficiencia, para los epicúreos el máximo placer posible y a la larga, para los estoicos la imperturbabilidad.

En el siglo xvi y xvii surgen los pensadores utópicos para los que la felicidad no se consigue solamente por la virtud individual, sino que es necesaria una nueva estructura en la sociedad. Tomás Moro concibe su Utopía como una ciudad feliz, estrictamente democrática, en que son elegidos incluso los sacerdotes (que, por cierto, pueden ser también las mujeres) con abundancia de lo necesario, hospitales públicos, enseñanza universal, igualdad absoluta entre varones y mujeres, derecho al divorcio y a la eutanasia, guarderías infantiles… un verdadero adelantado a su época, santo católico, no por sus ideas, sino porque le mataron.

Francisco Bacon, en su obra utópica la nueva Atlántida pone la felicidad colectiva en el desarrollo tecnológico, en la ciencia que construye una sociedad con todo tipo de instrumentos que traerán la felicidad.

Fue Marx, con su socialismo científico, el que elaboró la teoría de la construcción de una sociedad sin clases como camino único hacia la felicidad colectiva. Una felicidad basada en la superación de la alienación, de todo tipo de alienación, sobre todo de la alineación del trabajo, que se conseguiría por la industrialización, el desarrollo, el triunfo de la clase obrera y la propiedad colectiva, que culminaría en un paraíso comunista.

Freud considera que en el ser humano hay un polo pulsional instintivo, en el que anida el principio ciego de placer, incontrolado e irracional, que debe ser controlado por el principio de realidad. Esto es aplicable a los individuos y también a la sociedad. La cultura actúa como principio de realidad, que controla o inhibe los deseos placenteros y por el derecho somete el individuo al colectivo.

Es Kant el que reduce la religión a moral. La religión natural reconoce el Bien Supremo y considera los deberes como mandatos del Bien Supremo.      

Así se ha ido elaborando a lo largo y ancho de la historia el pensamiento sobre el placer y la felicidad. En España en concreto ha sido todo pasado por la Iglesia Católica, que se ha opuesto en su educación a toda concepción positiva del placer. No basándose en el evangelio, sino en una moral represora estoica aplicada a la concepción platónica del auriga y los dos caballos.

En estos momentos de globalización, en los que buscamos la felicidad en el consumo,  en las rebajas, en los grandes almacenes, en las playas atestadas de gente, en el coche, en las casas pagadas con hipotecas, que nos esclavizan para toda la vida, debemos repensar cuál es nuestra postura ante el placer y la felicidad. Deberíamos repensar todas estas teorías, que hemos resumido y que en gran medida tenemos asimiladas porque son nuestra cultura. Es necesario encontrar un camino individual y colectivo y caminar hacia la felicidad.

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