Editorial: 25 años testigos del cambio

Somos testigos del cambio.

Después de 100 números de UTOPIA y durante 25 años, si de algo somos perfectamente conscientes quienes hemos seguido su trayectoria es de que la sociedad global y local, la Iglesia local y universal, han sufrido cambios de un profundo calado.

No nos lo creíamos hace algún tiempo, pero “la realidad actual es tremenda para millones de personas”. No  queríamos ni sospechar cuanto vemos, pero apuntan algunos analistas del momento presente que “el colapso del sistema urbano-agroindustrial puede llegar a ser hasta un alivio”. (Ramón Fdez Durán y Luis Glez. Reyes en “En la espiral de la energía”).

Ahora sí nos creemos y estamos convencidos del fracaso de este sistema, al mirar el dolor de tantos pueblos y gentes. Cuanto vemos y oímos no es una sospecha solamente, es una muy dolorosa y escandalosa realidad en muchos grupos y personas.

Porque durante este cuarto de siglo lo hemos visto, lo hemos oído, lo hemos reflexionado y lo hemos escrito desde el contraste y la vivencia de distintas y diversas experiencias en este espacio de UTOPIA; probablemente, también, porque no sólo la historia se repite, sino porque es decididamente el presente un tiempo muy nuevo, distinto y provocador, queremos dejar en este último número que nos ocupa un pequeño aporte de realidad y testimonio no exento de añoranza, pero sin embargo lleno de realismo  con la mirada, el pensamiento y el corazón puestos en un futuro de esperanza.

Somos testigos del cambio profundo e incierto que está viviendo esta sociedad, consecuencia de una manera de hacer. El número 11 de “Taifa, informes de economía crítica”, publicado en Junio de 2016, plantea así estos cambios y esta incertidumbre en su pág. 10: “El capitalismo como sistema domina el globo y mantiene su esplendor aunque sus contradicciones coyunturales crezcan. Es seguro que el capitalismo no permanecerá para siempre, como afirmaba Fukuyama, pero también es difícil de aceptar en el corto plazo la idea de S. Zizek, que predice “el final de los tiempos, la crisis terminal del capitalismo” planetario. Habrá que luchar mucho para que esto suceda.” Este informe continúa ahondando en cómo la concentración de riqueza a nivel mundial (el 1% de la población más rica mundial acumula más riqueza que el 99% restante) está en un proceso irreversible. Pero nos introduce también con mayor gravedad en la sospecha de que “los estados y los entes políticos son cada vez instituciones más subordinadas a los gigantes privados”.

Somos testigos asombrados e indignados de la indiferencia y de la culpabilidad de testimonios como éste de los que nos hemos hecho eco en 100 números de UTOPIA: “Mi familia es muy pobre, yo tuve que trabajar muy duro para conseguir unos mil euros, pedí que me ayudaran algunos familiares y cuando pude conseguir el dinero, me puse en marcha, sin decirle nada a mi familia para que no se preocuparan. Una noche salimos de mi país y nos dirigimos a Marruecos; el camino fue muy duro, mucho tiempo caminando por el desierto… Cuando llegamos a Marruecos todo fue peor; había muchos compatriotas que llevaban años esperando para poder salir, habían sido estafados la mayoría de ellos, ya que habían pagado, y la noche en la que se disponían a salir no les permitían entrar en la patera por falta de espacio o porque salían otro día distinto al que les habían dicho o porque el comerciante, después de acumular una buena suma de dinero, desapareció para siempre…”

Es la historia de Babakar y de tantos seres humanos víctimas del sufrimiento injusto e inútil de hoy, en muchos casos, hasta la muerte y que no parece encontrar salida.

La propia Iglesia de Jesús de Nazaret de la que hemos sido testigos cercanos, en los últimos 25 años la hemos visto dar marcha atrás de las intuiciones, del espíritu, de la inculturación o del “aggiornamento” que el Vaticano II nos impulsó a vivir en medio del mundo.

Hemos sido testigos sin obviar ni pasar de largo ante todo lo que entendíamos que nos suponía interpelación evangélica. ¡Pero no basta! Somos conscientes de dar el paso a otro momento y ese es el que estamos obligados a vivir; nosotros entendemos que de otra manera.

En nombre de Jesús de Nazaret, finalmente, podremos experimentar que si nos liberamos del miedo a morir como si esta muerte fuera no encontrar salida a esta sociedad, el momento que vivimos se convertiría en fuente de vida; y así, sí seríamos testigos activos y no espectadores del profundo cambio;  pues, al contrario, si vemos esta situación de muerte como fracaso, no seremos capaces de ver en Jesús crucificado a un salvador ni a esta sociedad como espacio de esperanza.

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