COMUNIDAD INTERLAVAPIÉS (1)

Pepa Torres Pérez

Integrante de la Comunidad

 Cotidiana 1

8 de la mañana. Un día cualquiera. Cuando estamos apunto de irnos a trabajar una llamada telefónica interrumpe nuestro apresurado desayuno: “Hola, Maite, anoche a la 1 de la mañana hubo redada en la calle  Amparo, llegaron dos lecheras, pidieron papeles a un grupo de africanos que estaban en la puerta del portal tomando el fresco, y se llevaron a casi todos, entre ellos a Mamadou, el de la comisión de Prensa de la Asociación sin papeles. Esta mañana le juzgan en Plaza de Castilla. Os llamo porque estamos recogiendo papeles que acrediten su arraigo y testimonios de personas que se presenten al juicio. ¿Podéis alguna?…”

Por la cara de Maite nos imaginamos lo que pasa. Otro compañero detenido. Las detenciones de amigos, vecinos y compañeros con los que compartimos la vida son tan cotidianas en nuestro barrio como abrir el balcón cada mañana para ver qué día hace…

Cotidiana 2

Suena el timbre de casa. Son las tres y media de la tarde, nuestra hora de comer. Marlen ha puesto ya la mesa y como siempre pone un par de cubiertos y platos más… es una costumbre que tenemos desde que empezamos a vivir juntas  porque la gente sabe que nuestra mesa y nuestra casa son abiertas y que no hay que avisar para llegar y sentarse a ella, sino que basta con eso… con llegar…

Esta vez quien llega y se sienta es Doris, una amiga boliviana. Doris llega nerviosa, enfadada, con ese enfado quechua, de rabia contenida, ojos brillantes, pocas palabras, pero incisivas, y voz entrecortada… “Me han despedido. ¿Os lo podéis creer? Me han despedido… Mi jefa llevaba unos días un poco rara, sin mirarme a los ojos, casi sin hablarme, y es que, claro, se ve que lo tenía pensado desde hace tiempo… Llevo dos años y medio con ella, cuidando de su padre con Alzheimer, que ya sabéis lo agresivo que es y lo duro que me ha resultado sobrellevarle… ¡La de fines de semana que he cedido a quedarme con él cuando le surgían imprevistos…! No es justo, no es justo… Me duele mucho que me haya echado, pero lo que más me duele es cómo me ha engañado y se ha aprovechado de mí… Y todo porque llevo algunos días recordándole que voy a echar mis papeles y que me piden el contrato que ella había quedado en hacerme. Y ahora va y me dice que no puede, que con la crisis todo ha cambiado, que si estoy conforme que me quede y si no que me vaya, que cogerá a otra, que ahora la gente trabaja por menos y mejor… Quería que le firmara un papel y que le cogiera 6oo euros… pero si ni siquiera me ha avisado con tiempo, pero si me tiene que pagar mis vacaciones, dar un finiquito o algo…”

Marlen intenta calmarla sirviéndole un vaso de agua mientras suena nuevamente el timbre y llega Latifa, amiga y compañera de “Territorio Doméstico” y otras luchas…

Latifa llega contenta: la han contratado por unos días como traductora para unas sesiones de género en talleres de mujeres en la zona Sur y le encanta hacerlo. Viene entusiasmada porque ha aprendido la diferencia entre “ser femenina” y “ser feminista”, entre lo que es género y lo que es sexo y que “la diferencia” no tiene por qué significar “desigualdad“ y le encanta poder traducirle esto a otras mujeres marroquíes…

Cuando ve a  Doris llorando su alegría se rompe bruscamente: ¿qué pasa, amiga, qué pasa…? Doris vuelve a narrar su historia, esta vez dejando correr aún más su llanto… Latifa la escucha… sabe bien de lo que está hablando: a ella le sucedió lo mismo hace un año.

Entonces Latifa le dice: “Tranquila, Doris, ahora tienes que llorar para desahogarte, pero cuanto ya te hayas desahogado, no tienes que llorar, sino luchar. Te vienes el domingo a Territorio Doméstico y allí estudiamos bien tu caso. Vemos tus derechos y la posibilidad de denunciar. No vas a estar sola…Ya verás, esa gente tiene que aprender. Somos emigrantes, pero no ignorantes ni ‘pobrecitas’ somos ‘trabajadoras’, no tienes papeles, pero tienes derechos… te acuerdas, a mí me pasó igual pero mira, denuncié a mi jefa y con el apoyo de Territorio Doméstico y Ferrocarril Clandestino la gané… Venga, tranquila, tranquila, a lo mejor ahora al principio podemos hacer juntas unos portales que me han salido: son cuatro horas a la semana. Dos para ti hasta que tengas otra cosa y dos para mí… venga, Doris, no llores…

Cotidiana 3

8 de la noche, en Escalera Caracola, Centro Social Feminista. Esta noche tenemos reunión del grupo de apoyo al proyecto de autogestión “bizcochos anticrisis“, se reúnen para evaluar la experiencia de haber participado con unos estand de comidas del mundo junto con otras compañeras africanas en la Contracumbre “Enlazando alternativas“. Las mujeres están contentas, se les nota la fuerza, la seguridad, la autoestima que les está generando la experiencia. Tienen mucho que contar, no paran de hacer propuestas. Los ingresos que están obteniendo les permiten tener más autonomía y afrontar con sus propios recursos el sostenimiento de la economía familiar y junto a ello una experiencia que les asombra: el pasar de ser consumidoras a pequeñas productoras, el poder de las redes, lo que podemos hacer juntos, la fuerza del boca a boca.

Asmae comparte en la reunión que el bizcocho anticrisis no es el proyecto de su vida, que su sueño es ser mediadora intercultural, pero que ese sueño está al final de la escalera y que los primeros peldaños son el bizcocho anticrisis…

Baliha cuenta que va perdiendo el miedo a hablar en público y que se ha decidido a apuntarse el curso que viene a ir a la escuela de idiomas… ¡Nunca hubiera pensando –comenta Pepa– que un bizcocho iba a ser tan importante en la vida de dos mujeres!…

Como aquella generación de primeras compañeras y compañeros de Jesús, también nosotras, la comunidad interlavapiés, “vemos y oímos cosas increíbles cada día“ ( Lc 5,26).

¿En qué sentido podemos hablar de la crisis como oportunidad cuando golpea tan duramente a nuestros amigos, compañeros y vecinos y a nosotras mismas que en este momentos estamos también afectadas por el despido inminente de dos compañeras en un grupo de tres? ¿Oportunidad de qué y para qué? Compartimos tres aspectos que para nosotras en este momento son muy importantes: 

– La crisis como oportunidad para seguir apostando por ser comunidades de puertas abiertas, aunque en nombre de ella se nos imponga “blindarlas”

El discurso dominante está empeñado en convertir a los y las inmigrantes en chivos expiatorios de la crisis, hay que romper con ese discurso por nocivo y mentiroso. Más bien al contrario, nuestro desarrollo de hace unos años aunque fuera aparente se ha construido a su costa.

La crisis nos ofrece hoy la oportunidad de practicar algunos verbos que más que nunca se tornan proféticos en la Europa de las fronteras: acoger y tejer lazos entre nuevos vecinos y autóctonos.

Acoger es abrir el espacio y el tiempo al encuentro con otros diferentes y hacerlo desde una actitud de reconocimiento y mutua necesidad, lo cual nos lleva al esfuerzo de intentar sentir y pensar desde donde estamos, a suspender juicios, a arriesgar en el diálogo y a aceptar lo que el otro quiera ofrecerme, a no imponer ritmos sino a ir detectándolos. Sólo así será sea posible el encuentro.

 Estamos convencidas que en la capacidad de acoger o no de nuestras comunidades nos jugamos los procesos y hasta los propios dinamismos de vida dentro de ellas. Nuestros contextos están sedientos de comunidad pero a la vez la temen puesto que los valores dominantes invitan a la desagregación y al individualismo, por eso las apuestas comunitarias o grupales son tan costosas y poco duraderas, pero hay que seguir invirtiendo a fondo perdido en ellas.

La crisis nos urge a suscitar y cultivar el tejido comunitario como tarea prioritaria en nuestros barrios y a menudo su puerta de entrada no es otra que la convocatoria por vía de la amistad, la relación y el acompañamiento.

La crisis como oportunidad para politizar las relaciones

En los ambientes populares y marginales la relación es la puerta de acceso a la organización. La política se gesta desde las relaciones y el tú a tú con la gente. Cuando escuchamos a una mujer que nos narra su experiencia de maltrato en un CIE, y la animamos a denunciar y junto con otras mujeres preparamos una comunicación para que la lea en una mesa redonda sobre derechos, estamos haciendo política. Cuando nos sentamos a la mesa gentes diferentes y compartimos cómo nos afecta la presencia policial en el barrio y qué ideas se nos ocurren para que la desconfianza y el miedo entre los vecinos no sean más poderosos en nosotras que el deseo de una buena convivencia, estamos haciendo política… Porque la política no es otra cosa que el cuidado de lo común.

La crisis como oportunidad para recuperar el sentido político y subversivo del amor, hasta poner el mundo boca abajo

Al principio de vivir en Lavapiés nos gustaba definirlo como un lugar político, hoy preferimos hacerlo como un lugar de amor. De Lavapiés te atrapa su diversidad y su libertad. Nuestro barrio y sus habitantes son un torrente de canto y llanto, de sueños y esperanzas que se hacen pedazos cada día por la perversión de las leyes del mercado y de extranjería, pero que vuelven a levantarse con cada amanecer por la complicidad de la amistad y el tejido social alternativo y mestizo que vamos construyendo juntos y que se teje en escenarios tan cotidianos e intrascendentes como una plaza, unos kus-kus, la toma de la calle por parte de las empleadas de hogar en lucha por sus derechos, o una cadena de top-mantas “blancos” en protesta por su penalización 2.

Lavapiés es un lugar de amor, decimos ahora sin pudor… porque para sostener su intemperie no te sirven sólo las convicciones, ni siquiera el equipaje ideológico por bueno que fuera, sino los vínculos amorosos y de cuidado mutuo que van naciendo entre las gentes diversas que vivimos en el barrio. El amor es político, decimos hoy sin vergüenza.

La lógica burguesa ha hecho del amor un sentimentalismo, dulcificando su carga transgresora e incluso revolucionaria, y aprisionándolo en la intimidad de la vida privada o en las relaciones exclusivamente interpersonales, pero el amor tiene una dimensión totalizante e integral. El amor vivido al modo de Jesús descentra, desinstala, problematiza, da prioridad a la necesidad del otro sobre la propia, subvierte el orden, transgrede, es creativo, sitúa como primeros a los últimos (Mt 21,28-32), se le hace intolerable la injusticia (I Cor, 13). En este sentido decimos que es político, porque se traduce en pasión y compromiso por el bien y la dignidad de todas, empezando por las últimas.

La política entendida como cuidado y responsabilidad del bien común no es otra cosa que un acto de amor. Como seguidoras y seguidores de Jesús necesitamos recuperar esta dimensión del amor político para dar el salto de lo individual al coraje colectivo. El amor nos enreda, nos urge a sumar y no restar fuerzas en la construcción de la cultura de la inclusión, en la construcción de una ciudadanía alternativa.

En nombre del amor político de Jesús, “nuevamente encarnado“, nos sentimos que se nos impone algunas preguntas incómodas: Ante la dureza de la crisis y sus consecuencias especialmente en las vidas de los más empobrecidos y empobrecidas:  ¿Dónde y cómo estamos? ¿Desde qué conciencia? ¿Amortiguamos la injusticia o la estamos combatiendo? ¿Cómo nos implicamos en el derecho a tener derechos de los sin derechos? ¿Cómo nos vamos organizando juntos contra el racismo y la xenofobia, las redadas selectivas, qué nueva conciencia ciudadana vamos haciendo emerger en torno a esto y cómo afecta también a nuestras prácticas de vida cotidiana, obediencias y desobediencias civiles, etc.?

El amor político nos urge a abandonar nuestros recintos privados y hacernos visibles con otros y otras a quienes el sistema invisibiliza, hacer causa común con ellos y ellas y hacernos visibles todos, sin pretender ser el centro de la plaza, lo cual supone aceptar las ventajas e inconvenientes de la plaza pública con todas sus impurezas pero también con toda la fuerza de las sinergias. Amar políticamente nos lleva a ser mujeres que queremos estar cada vez con más hondura y calidad de presencia en la plaza pública, con otros y otras diferentes, porque allí se juegan los intereses de los últimos y la emergencia de una nueva humanidad que no puede realizarse sin ellos y ellas.

 NOTAS:

1 La Comunidad Interlavapiés es una comunidad de inserción ubicada en el barrio de Lavapiés (Madrid) y formada por personas de tres congregaciones distintas: ursulinas, dominicas de la enseñanza y apostólicas del Corazón de Jesús.

2 Son movilizaciones reivindicativas que recientemente hemos protagonizado diferentes colectivos de Lavapiés en los que participamos: Territorio Doméstico, Ferrocarril Clandestino, Asociación sin Papeles, etc.

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