Colaboración: El Dios cuántico

El Dios cuántico.

Antonio Zugasti.

Dios es el misterio insondable en el que los seres humanos jamás llegaremos a penetrar. Pero a lo largo de los siglos y las culturas las personas que han creído en la existencia de ese ser supremo han necesitado servirse de imágenes  o representaciones de ese Dios transcendente.

Para la Biblia era el Señor todopoderoso que reina en los cielos, una región sublime, muy por encima de este cambiante mundo en el que habitamos los humanos.

Cuando la ciencia nos ha descubierto un cosmos inmenso en el que este planeta no es más que una minúscula partícula perdida entre los miles y miles de millones de estrellas y planetas que pueblan un espacio inabarcable, la vieja imagen del Dios de los Cielos se derrumba, y con más o menos fortuna,  se intentan nuevas imágenes para representarnos al Dios que está detrás del misterio. Quizás lo más justo sería quedarnos en silencio, en muda admiración ante el poder que está detrás de ese cosmos asombroso,  pero los seres humanos somos seres sociales que necesitamos expresarnos y comunicarnos, por eso buscamos nuevas formas de referirnos a Dios.

La dualidad onda-corpúsculo.

La ciencia ha seguido avanzando y hoy no sólo ha descubierto la inmensidad del cosmos, sino que se ha vuelto al microcosmos, y la Física Cuántica ha penetrado en lo más íntimo de la materia. Aquí rige el principio de complementariedad de Niels Bohr sobre la existencia de la dualidad onda-corpúsculo de la luz y la materia.  Esta dualidad a mí me sugiere una nueva imagen de Dios. El principio de Bohr dice que, según el experimento que se haga, la luz se presenta como un chorro de partículas subatómicas, los fotones, o como un mar de ondas que llenan todo el espacio. Creo que nadie ha encontrado una explicación para esa dualidad onda-corpúsculo, pero es un hecho que ahí está haciendo presente el misterio.

Dios, onda. Jesús, corpúsculo.

Esta dualidad me vale como una sugerente imagen de Dios. Dios es la onda que todo lo abarca, su luz va llamando a la existencia a los infinitos seres del universo, y los mantiene en una danza asombrosa.  Pero también es un corpúsculo, el Dios que se hace pequeño, que se hizo presente en un hombre, Jesús de Nazaret. Toma la forma del amigo que se pone a tu lado en todo momento, que te habla quedamente al fondo de tu alma, te guía y te acompaña, que te da la mano cuando vas a caer.

En unas culturas patriarcales también es la figura de un Padre cercano, protector. Para Jesús el abba, el papá. En nuestra cultura, que trata de salir del patriarcado, podemos hablar de Dios también como la Madre, la Mamá en cuyos brazos te refugias cuando la fuerza del viento te supera.

Así, nuestra vida  puede ser un caminar confiado y seguro  entre el Dios tremens de la onda inmensa, y el Dios alliciens  de la amistad cercana

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