No ha lugar a la tristeza,
no ha lugar a la desidia,
no ha lugar a la mentira.
Cada día la esperanza, cada día.
No ha lugar a la ceguera,
No hay lugar para la envidia,
No ha lugar a la miseria.
Cada día la esperanza, cada día.
No ha lugar al hambre injusto,
ni a la guerra caliente ni a la fría,
ni al tercero ni al cuarto de los mundos.
Cada día la esperanza, cada día.
No ha lugar a la interperie,
ni al decreto que da muerte a la utopía,
ni a un niño sin escuela y sin zapatos.
Cada día la esperanza, cada día.
No ha lugar al fanatismo,
ni a los dogmas que amordazan la alegría,
ni a la pena de muerte, ni al embargo.
Cada día la esperanza, cada día.
¡Perdonad por tanto “no”, “no” tan amargos!
Yo canto casi siempre a la alegría,
mi canto es un esfuerzo cotidiano
pidiendo un decreto de amnistía
para el mundo y la gente a la que amo.
Mezclado con la rabia y con el llanto,
sereno, yo me agarro a esta porfía;
alzando con más gente un gran canto
cada día a la esperanza, cada día.
No tengo ningún miedo al desencanto,
que no habrá ya más lágrimas baldías
si canto con vosotros, siempre, un canto
cada día a la esperanza, cada día. •