Atisbando un mundo nuevo: Una persona nueva

Por fortuna, o por desgracia, nos está tocando vivir una época de grandes cambios en todos los aspectos de la vida: las ciencias, las comunicaciones, la economía, las relaciones humanas… Azotados por esta marejada de novedades y acontecimientos, escrutamos, con esperanza, el horizonte en busca de una playa donde confluyan los deseos de todas las personas de buena voluntad.

¿Será verdad que se atisba un mundo nuevo, o lo estará fabricando nuestra ilusión? ¿Hay algún indicio que certifique que vamos hacia un mundo más justo?

Algún cambio empieza a otearse. Más por la presión de los acontecimientos que por voluntad de los que tienen la sartén por el mango; pero lo cierto es que la insostenible situación de las sociedades empobrecidas y su clamor empieza a alterar la paz y el sueño de las sociedades ricas. Las metástasis del cáncer de la injusticia afloran ya en puntos lejanos e impensables del foco principal y, así, el mal produce síntomas en todo el planeta.

Contra la sinrazón de quienes gobiernan el mundo, este grito de los pobres encuentra un eco solidario en numerosas ONGs, en los movimientos antiglobalización, en proyectos que ponen en marcha economías alternativas, en grupos y personas que practican nuevas formas de vivir, fundamentadas más en la solidaridad y menos en el consumo.

En esta corriente transformadora tendremos que sumergirnos los cristianos, revisando nuestro estilo de vida y nuestra aportación al cambio, preguntándonos, frecuentemente, ¿qué hacemos nosotros para tirar de este carro que hemos de mover entre todos?

Las cuatro Utopías de este año se desarrollarán bajo un lema principal: atisbando un mundo nuevo. En ellas analizaremos, desde una perspectiva cristiana, los grandes cambios producidos en el campo de las nuevas tecnologías y las comunicaciones; los que sucederán, y están sucediendo ya, por la fusión de culturas, originadas por los grandes flujos migratorios, y los que devendrán, a su vez, de la mezcla de religiones y creencias.

¿Supondrán estos cambios una revolución si seguimos sometidos a nuestra antigua forma de pensar, si seguimos encorsetados por los tradicionales valores de supervivencia que propugna nuestra sociedad?

Evidentemente, no. Los imperativos al uso para ser feliz son: tener mucho de todo, de dinero, de prestigio, de poder y, sobre todo, sentir que el mundo gira sobre uno mismo; los demás, las cosas, la naturaleza, sirven en la medida que me hacen feliz a mí. Y los frutos de esta filosofía ya los conocemos.

Por eso el primer número de Utopía de este ciclo se subtitula «la persona», pues para esta nueva sociedad que queremos y debemos construir se requieren personas nuevas. Hombres y mujeres que retomen los valores del Reino que predicaba Jesús: la justicia, la paz, la solidaridad y el amor, que son los valores de la vida. Personas convencidas de que ése es el camino de la felicidad. Porque «el Reino de Dios se parece a un tesoro escondido en el campo, que cuando alguien lo encuentra, lleno de alegría, va corriendo y vende todo lo que tiene para hacerse con el campo aquel».

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