ASOCIACIÓN EL?COLLETERO: SÍ HAY ALTERNATIVAS

ASOCIACIÓN EL?COLLETERO:

SÍ HAY ALTERNATIVAS

 Rosalía Aznárez y Jesús Bonet

Nos encontramos con ellas en La Casita del Panal, apenas 25 metros cuadrados útiles, desde donde se dinamiza todo un pueblo de mil habitantes. Son Ana, Raquel, Marian y Fabiola; pero junto a ellas trabajan en la Asociación muchas mujeres más y algunos hombres. Estamos en Nalda (La Rioja), a orillas del río Iregua, afluente del Ebro.

Explicadnos brevemente qué es y cómo funciona vuestra Asociación El Colletero.

El Colletero nace en el año 2000 con el fin de dar salida económica y de empleo a muchos colectivos, sobre todo de mujeres, que, por diferentes motivos, no podían salir del pueblo para buscar trabajo; al mismo tiempo, queríamos poner en marcha servicios necesarios en el pueblo que no estaban cubiertos. El empleo y el desarrollo sostenible y en igualdad fueron el centro de nuestro proyecto inicial. Entre otras cosas, ahora mantenemos ludotecas, clases de refuerzo escolar y atención a las personas mayores; también somos muy activas en la recuperación del patrimonio del pueblo. De aquella iniciativa surgieron dos cooperativas, una ligada a la infancia y otra a la atención a los mayores; las dos han ­creado varios puestos de trabajo, incluso para personas con discapacidad e inmigrantes.

Junto a esto, comenzamos un proyecto agrícola en torno a la ciruela claudia pasa “reina”, tradicional en nuestro pueblo, tratando de recuperar las huertas del Iregua que están en una zona extraordinariamente fértil y que se hallaban amenazadas por la construcción, muchas veces ilegal. Luego montamos una escuela permanente de agricultura.

Ese nombre, “colletero”, no lo hemos encontrado en el Diccionario de la Lengua; ¿qué significa y de dónde lo habéis sacado?

Es una palabra riojana del mundo agrícola. “Colletero” era, en tiempos, algo así como un vivero y, al mismo tiempo, la persona que realizaba el trabajo en él. El colletero se especializaba en sembrar las plantas que tienen “colleta”, como los distintos tipos de coles, a más de 700 m. de altitud, y luego, cuando medían 10-15 cm., las vendía en el valle para plantarlas. Aunque el último colletero todavía vive, ese trabajo ya no existe. Lo que hemos hecho ha sido rescatar la palabra.

Por el hecho de ser mujeres quienes tuvisteis la idea, ¿habéis tenido dificultades para abriros camino en este proyecto de economía alternativa?

Desde pequeñas hemos sido educadas en nuestro pueblo en la cultura de la participación. En el pueblo, desde siempre, las cosas las hemos hecho entre todos. Por eso, aunque la mayoría visible somos mujeres, también hay hombres; y cada vez hay más gente joven. No obstante, sí que es cierto que algunos proyectos más novedosos no han sido comprendidos al principio y se han quedado, de momento, detenidos. Pero otros, como el de la recuperación de las huertas del Iregua, han tenido muy buena aceptación social; también la administración se ha dado cuenta de la importancia de lo que hacemos y, aunque de modo insuficiente, nos ayuda en algunas cosas.

¿En qué pensáis que podéis ser alternativa? Contadnos vuestra utopía.

Nosotras somos mujeres del proyecto, nos identificamos con el proyecto y hacemos, además, lo que nos gusta. Cada una, sin que nadie nos lo dijera, hemos ido asumiendo un papel y las demás nos lo reconocen. Además, no estamos solas; cada vez se nos suma más gente que entiende el valor de este modo alternativo de economía, que no es sólo un proyecto económico sino un proyecto de vida. El Colletero es una forma de vivir, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. No todo el pueblo la entiende, pero mucha gente sí. Hay quien piensa que buscamos simplemente un modo de hacer dinero; pero muchos entienden que lo que ofrecemos es otro modo de vida. Lo nuestro no es un voluntariado; insistimos en que es una forma de vida.

Pensamos que somos una alternativa, no porque hayamos inventado nada, sino porque intentamos siempre establecer el puente entre el pasado y el futuro, retomar todo lo que sabían nuestros mayores y no perderlo. En el mundo rural había mucha costumbre de trabajar juntos, y ésta es una de nuestras mayores fortalezas. Los vecinos se sen­tían moralmente obligados a realizar trabajos que beneficiaban a todos, como, por ejemplo, trazado de veredas, limpieza de cauces y del monte… Así se abrían comunicaciones y se vivía la solidaridad. Eso aún lo conservamos; incluso somos capaces de llevar a cabo esos trabajos convirtiéndolos, al mismo tiempo, en fiesta.

La utopía está ahí: en mantener esa cultura; nos negamos a perderla. Hay mucho saber en el mundo rural y es importante rescatarlo. Es falso que el mundo rural tenga poco que aportar, que no somos modernos. No nos perdemos en lo individual, de la puerta de casa para adentro, en nuestra propiedad privada, como nos enseña la sociedad actual. Vivimos de la puerta a la plaza: la plaza es el espacio en el que compartir y en el que construir juntos. Saber del vecino y acompañarse son valores que no pueden perderse.

El otro aspecto en que somos alternativa es que siempre hemos tenido muy presente el medio ambiente, especialmente cuando las urbanizaciones y la construcción descontrolada han querido desbordarnos con su modo de obtener dinero fácil. Ahora nos enfrentamos también a los problemas de medio ambiente derivados de las prospecciones de gas que se hacen cerca de nuestro pueblo. El Eldorado que nos ofrecen es otra agresión al medio ambiente, porque, aunque se generara un dinero a corto plazo, nos destruirían las huertas y con ellas la comida y el futuro del pueblo a largo plazo.

¿Qué significan en vuestro caso concreto expresiones que utilizáis constantemente cuando habláis en público, como ciudadanía solidaria, recuperación de huertas, soberanía alimentaria o memoria biocultural?

“Ciudadanía solidaria” nos parece más exacto que “voluntariado”; no es una ayuda lo que hacemos sino que queremos que todo el que está en el proyecto sienta que forma parte de él y lo viva. “Recuperación de huertas” significa para nosotras no sólo producir alimentos sino recuperar tierras que estaban llecas, paisajes que se habían perdido, colores, variedades, cultivos desaparecidos, aperos, saberes de la gente que contribuyen a no poner en peligro el futuro de las generaciones venideras…, siempre incorporando a la mujer como pionera, pero contando también con los hombres que nos ayudan y con colectivos con dificultades para encontrar empleo. “Soberanía alimentaria” lo entendemos como capacidad para generar nuestro propio alimento, manteniendo el saber y el poder sobre las semillas y el cultivo, y manteniendo el ciclo natural sin depender de insumos externos constantemente. En relación con esto ponemos la “memoria biocultural”: los saberes y la cultura de nuestros mayores (documentándolos y poniéndolos en práctica), porque hoy hay quien pretende hacernos creer que cultura era lo que nos ofrecían desde fuera, pero no lo que nosotras conocíamos y cómo podíamos sobrevivir con ello. Entre otras cosas, hemos recuperado la figura del “regador” que actúa como distribuidor del agua de riego en los días más críticos del verano cuando hay poca agua. En definitiva, no queremos depender de adónde nos llevan los ciclos externos que otros provocan sino seguir nuestros propios ciclos y dominar más la situación.

Con todo esto tratamos no de ayudar a los demás, sino de ayudarnos todos, porque somos vecinos y queremos tener todos un nivel mínimo, al menos, de ingresos y de desarrollo; que tengamos todos las mismas oportunidades, ofreciendo apoyo a los colectivos más frágiles que se quedan en el camino y creando alternativas para todos. Ninguna familia debería estar por debajo de eso, porque lo primero es la dignidad de las personas, y en el pueblo no debería haber diferencias de renta que se salieran de la relación de 1 a 3 o de 1 a 4. Todas las personas que trabajan para la Asociación tienen salario lineal, que es el salario medio de la zona, 800 euros netos. Preferimos gastar en primer empleo que no traer y pagar a técnicos que cobran mucho y se llevan lo que otros pueden disfrutar.

Una de las cosas por las que sois conocidas en La Rioja y en otros lugares es la “cesta” con la que distribuís los productos que cultiváis. Decidnos en qué consiste.

A las personas o familias que aceptan el compromiso de comprar lo que cultivamos en nuestras huertas se les da semanalmente una cesta, a 12,50 euros, que contiene verdura y fruta, siempre de temporada; la mitad de lo que distribuimos lo cultivamos nosotras mismas y la otra mitad otros productores cercanos; así otras personas participan de nuestro proyecto “Huertas del Iregua”. La condición es que no se empleen fitosanitarios y se utilicen métodos respetuosos de cultivo de la tierra. La producción y el reparto deben ser “kilómetro cero”, es decir, en un radio que no supere los quince kilómetros, evitando así el encarecimiento del producto por el transporte y asumiendo el consumidor la sorpresa de lo que va a recibir cada semana, porque siempre son alimentos producidos en ese momento y no conservados o importados. Esto implica una gran confianza mutua entre nosotras y las familias que adquieren la cesta. La Tienda de la solidaridad, de Sodepaz, en Logroño, nos ayuda desinteresadamente a distribuir las cestas cada semana, lo que contribuye, al mismo tiempo, a que nos movamos en la red de economía alternativa y solidaria; ellos creen en el comercio justo y, por tanto, nos permiten la distribución. El concepto de “kilómetro cero” lo aplicamos a todos los productos, excepto a los de comercio justo, que solemos incluirlos en la cesta, más o menos, una vez cada tres semanas. El consumidor es una persona también comprometida con el proyecto, que confía en lo que producimos y le distribuimos; eso es un valor añadido para nuestro proyecto.

Las huertas no son nuestras, sino de propietarios que no las tienen en uso y las ceden para el proyecto, sin contraprestación alguna. Son unos treinta mil metros cuadrados de huerta y bastantes más de frutales. Nuestra Asociación está integrada en la Cooperativa de Agricultores; por tanto, no estamos al margen de las actividades agrícolas de otros productores.

Por último, contadnos algo sobre ese otro proyecto que habéis comenzado del “Monte de los árboles con nombre”.

Nos dimos cuenta de que el monte está muy abandonado y no se puede dejarlo así. Históricamente, el monte ha sacado a la gente de la pobreza y del hambre. Por eso, hemos mirado al monte para ver qué podíamos hacer. Vamos a reforestarlo con árboles micorrizados, que favorecerán la producción de trufas, níscalos y boletus, por ejemplo, porque las propias raíces del árbol extienden la semilla. Así el monte se convertirá también en fuente de alimentos.

La persona que desea solidarizarse con este proyecto compra un árbol, que cuesta unos diez euros; si quiere ayudar a que eso sirva para dar trabajo a alguien que lo plante, paga veinte euros. Ya hemos plantado por este método cuarenta árboles, pero queremos plantar 15000, algunos de los cuales serán para producir frutos, como arándanos. Cada árbol plantado puede dedicarse a la persona que se desee, y así va repoblándose, con nombres concretos, el “Monte de los árboles con nombre”. El trabajo se hace sin máquinas, sin contaminación, a pico y pala. El Ayuntamiento ha entendido el proyecto y nos ha cedido el uso de ese terreno, que es de propiedad municipal. Además de lo dicho sobre el modo de realizar el proyecto, intentaremos mover fondos públicos para poder crear empleo para la gente que no tiene.

Estamos abiertas a cualquier persona que quiera contactar con nosotras y conocernos, y le dedicaremos el tiempo que haga falta. Nosotras también nos ponemos en contacto con otras asociaciones similares y con cualquier proyecto de otras personas con las que podamos compartir ideas. Además, deseamos replicar proyectos de este tipo todo lo que podamos, porque hay mucha gente interesada en hacer cosas así.

Dejamos todos juntos la Casita del Panal y seguimos informalmente el diálogo en torno a un café. Raquel, Fabiola, Ana y Marian son un auténtico volcán de proyectos y realizaciones que no quieren guardarse para ellas y para su Asociación. Es fácil ponerse en contacto con ellas y encontrarlas en la red: www.elcolletero.org y en www.naldacop.es donde hay también enlace a la revista Cuadernos del Iregua.

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