¡LA BOLSA O LA VIDA!

Javier Domínguez 

“Tenemos que olvidarnos del estado de bienestar”…, sentencia el consejero de Economía de la Comunidad de Madrid, presidida por la neoliberal Esperanza Aguirre.

Tenemos que apretarnos el cinturón, nos repiten machaconamente todas las televisiones y todos los periódicos.

Extrañamente no he conocido ningún político, ningún economista con poder económico, ningún banquero, ningún “inversor” que haya dicho algo parecido a esto:

Tenemos que olvidarnos de ganar cien millones en una mañana en una jugada de bolsa afortunada…

Tenemos que olvidarnos del “libre movimiento de capitales” dedicados a la especulación sin pagar impuestos.

Tenemos que olvidarnos de los paraísos fiscales.

Tenemos que olvidarnos de continuar cobrando una deuda que ya se ha pagado siete veces.

Tenemos que olvidarnos de sacar beneficios que superen la productividad.

Tenemos que olvidarnos de comprar un solar a 80 céntimos el metro cuadrado y venderlo al cabo de un mes a cien euros el metro cuadrado sin haber hecho nada que lo revalorice, sólo esperar el momento oportuno.

Tenemos que olvidarnos de construir una urbanización por veinte millones de pesetas cada vivienda y venderlo a cuarenta y cinco millones cada vivienda cuando está terminado.

Tenemos que olvidarnos de multiplicar por cinco nuestro patrimonio actuando legalmente conforme a las leyes vigentes.

Tenemos que olvidarnos de comprar por una peseta la funeraria madrileña que valía cinco mil millones, etc.

Tenemos que olvidarnos de privatizar el canal de Isabel II.

Tenemos que olvidarnos de convertir las cajas de ahorro en bancos para luego privatizarlas.

Pero para el neoliberalismo de lo que tenemos que olvidarnos no es de estas monstruosidades que trajeron la crisis sino de cobrar el seguro de paro cuando el paro sea muy grande, de tener una pensioncilla cuando seamos viejos, de tener centros públicos de enseñanza gratuita para nuestros hijos, de una sanidad pública para todos. “De lo que tenemos que olvidarnos es del estado de bienestar e incluso del estado de ir tirando”.

Lo exige EL MERCADO. ¿Y qué es el mercado?

Antes de responder a esta pregunta tenemos que decir dos cosas:

La primera, que antes de que nos dijeran a nosotros que nos olvidáramos del estado de bienestar les habían dicho a los haitianos que se olvidaran del agua y del pan (antes de comer tenían que pagar al banco mundial la deuda externa), les habían dicho a los argentinos que se olvidaran del dinero que tenían ahorrado en el banco (el corralito), les habían dicho a los mexicanos que se olvidaran de la tortilla, les habían dicho a los irakíes (y de qué manera) que se olvidaran del petróleo, les habían dicho a los colombianos del Chocó que se olvidaran de sus tierras (están destinadas a producir aceite de palma para sacar petróleo), les habían dicho a los africanos que se olvidaran de las medicinas para curar la malaria, la disentería y el sida, porque salvar la vida de cientos de miles de niños y negros NO ES RENTABLE.

La segunda, que en este expolio, en este robo a los pobres, participó España muy activamente, haciendo negocio con el hambre y así consiguió quince años de bonanza económica. Ignasi Carreras, director de Intermón Oxfan, escribía en un informe en mayo de 2004: “Etiopía, Uganda y Camerún, tres de los países subsaharianos más pobres, entre 2001 y 2002 han pagado a España 23,5 millones de euros por el crédito FAD (Fondos de Ayuda al Desarrollo) que recibieron de 3,6 millones de euros. Han devuelto ya 23,5 millones, seis veces más de lo que recibieron”. El caso de Etiopía es el más sangrante porque el abono de 3 millones de Euros a España coincide con la hambruna en la que seis millones de etíopes tuvieron que recibir ayuda alimentaria. Los grandes negocios de España no han sido en África sino en América Latina donde se convirtió en el segundo “inversor” después de Estados Unidos. Según un informe del Banco Mundial de mayo de 2005, la deuda de América Latina era en 1980 de 157.000 millones de euros y lleva pagados un billón noventa y nueve mil millones de dólares por pago de intereses y amortización, siete veces la deuda original y todavía debe 830.000 millones.

Una vez dados estos datos someros y fácilmente comprobables ya podemos responder a la pregunta:

¿Y qué es el mercado?

Hasta hace muy poco tiempo, hasta la llegada del neoliberalismo, el mercado era el intercambio de bienes y servicios realizado poniéndoles un precio monetario. Sólo mediante la moneda podíamos intercambiar cosas tan dispares como es barrer la escalera, un kilo de carnes o una acción de una empresa.

Eso era antes. Con la llegada del neoliberalismo las cosas cambiaron y llamaron mercado a un tinglado legal e institucional que hacía posible y legal el que después de pagar siete veces una deuda, todavía debieras cuatro veces lo que te prestaron y así y con otros métodos de juego con las monedas, de compras de futuros, de cambios de valor … multiplicar la riqueza de los muy ricos a costa del empobrecimiento de los más pobres.

Si analizamos las curvas de oscilación del valor de la bolsa española en el último año, y sabemos un poco de estadística, vemos que en el caso del valor de la bolsa no hay curva continua sino una serie de piquitos que suben y bajan cada poco tiempo, casi cada semana. Este es un comportamiento absolutamente anómalo, raro, de loco sin control. Las curvas de valor son continuas y según su dirección se puede prever el futuro. Eso vale para todas las curvas, sean de fiebre o de intención de voto o de venta de viviendas o de nacimiento de niños. ¿Por qué la curva de valor de la bolsa española no es curva sino un sube y baja? Porque no está regida por una ley o por una norma sino por una manipulación. La manipulación es esta: el director del Banco de España dice que hay que abaratar el despido y cambiar el “mercado de trabajo” y que el Gobierno no hace nada. En ese momento la bolsa baja. Cuando ha bajado el valor, los mal llamados inversores compran barato. A los pocos días el Fondo Monetario Internacional proclama que las medidas van por buen camino y las bolsas suben. Los “inversores” venden entonces a diez lo que compraron a siete. Cuando han vendido caro una agencia de esas que tienen los inversores para manipular la bolsa dictamina que las medidas no son suficientes y entonces vuelven a bajar. Cuando han bajado compran de nuevo y esperan la nueva subida para vender…El resultado: beneficios millonarios para los “inversores” en el año de crisis. Los “inversores” han comprendido que sacando un pequeño beneficio cada quince días, se gana igual o más que en una jugada de bolsa a lo grande.

El banco de inversión Merril Lynch y la consultora Capgemini han hecho público en el mes de junio un informe en el que dicen que el año 2009, en plena crisis, los grandes patrimonios, que son los que superan los 815.000 euros en activos, crecieron en España un 12,5 % y que más o menos es la línea que han seguido los grandes patrimonios europeos. En el mundo mundial hay 10 millones de grandes patrimonios, que suman unos 32 billones (billones) de euros.

Llaman “mercado” a las brutales oscilaciones de precios que produce el juego libre en las bolsas de esos 32 billones de euros dedicados a la especulación. Llaman “inversores” a los jugadores de bolsa y “mercado” libre a la timba de casino global que han formado. Eso es el mercado: una timba de casino en el que juega con la vida y la muerte una banda internacional de especuladores respetables a los que damos nuestro voto y en cuyas manos hemos puesto la solución de nuestros problemas.

En la civilizada y democrática Europa con mucha frecuencia nos hemos dejado arrastrar por dogmas perversos que nos han convencido y sólo al cabo del tiempo, de mucho tiempo, hemos comprendido nuestro error. Recordemos que Hitler llegó al poder porque le eligieron y sus dogmas perversos ejercieron una gran fascinación sobre una gran mayoría de los europeos, muchos de ellos católicos sobre todo en España.

Actualmente el dogma perverso que nos domina es el Mercado Global, que dicta sus leyes y obliga a los estados a que se olviden del bienestar de los ciudadanos y les fuerza a subordinarlo todo (la salud, la vida, la muerte, la comida, la educación) al MERCADO.

Lo primero que hay que comprender es que ese ente abstruso e incomprensible llamado mercado libre es un dogma perverso, inmoral y loco, tan perverso, inmoral y loco como fue el fascismo. El sueño de la razón produce monstruos. El neoliberalismo, ese sueño de la razón, ha producido más muertes de niños y enfermos que el fascismo. Estamos en un régimen de fascismo económico.

En este régimen tiránico y asesino, la mayoría de los ciudadanos miramos para otro lado, como lo hicimos con el fascismo. Todos sabemos muy bien lo que son las hambrunas, los niños hambrientos, que la tercera parte de la humanidad pasa hambre. Solamente una minoría en el mundo, entre la que nos encontramos nosotros, protesta. Una minoría extraparlamentaria, de ONG, organizaciones de derechos humanos, foros sociales y algunos partidos políticos casi testimoniales, sin peso político para cambiar las cosas, ni siquiera para imponer una tasa a los llamados “inversores” porque iría contra el mercado libre de capitales. Y aceptamos una cosa tan necia como que no hay dinero para terminar con el hambre o dar un pequeño subsidio a los parados, en un momento como este, en el que por primera vez en la historia de la humanidad tiene medios y recursos suficientes para que todos llevemos una vida humana. Pero seguimos dando nuestro voto a los que comercian con el hambre.

Sería un buen paso hacia la humanidad el que esta crisis en la que nos encontramos abriera los ojos a una mayoría de ciudadanos y ciudadanas. Así podríamos encontrar una salida entre todos. Al menos debemos comprender que las medidas que se están tomando contra la crisis no tienen como objetivo solucionar nuestros problemas sino calmar al mercado, es decir engrasar la timba de casino que tienen instaurada a nivel global el Fondo Monetario Internacional (Rato fue presidente) y los cuarenta banqueros.

Y sobre todo, no olvidar, para colocarnos en nuestro sitio, que los parados, los viejos y la sanidad pública no producimos beneficios, NO SOMOS RENTABLES.

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