Volver a la tierra. Apuestas por una ecología al servicio del ser humano

Emiliano  de Tapia 

Soy de los que no creo en la crisis como hecho novedoso y puntual que hemos estrenado hace un pequeño puñado de años, y que además nos ha llegado como de sorpresa. “Caído del cielo”.

Soy de los que creo que hemos generado con este progreso una deshumanización integral, en cuanto que desde el avance, el desarrollo y el enriquecimiento de la sociedad moderna, éste se ha hecho, y creo que seguimos sin aprender la lección, a costa de muchos seres humanos y la falta de respeto más absoluto a la Tierra y naturaleza que nos envuelve y acoge.

Con este punto de partida, profundamente doloroso y pesimista, pero no por ello menos real, sugerir y plantear apuestas desde la ecología al futuro de la humanidad y sobre todo a nuestro futuro concreto, lleva consigo recuperar la obviedad de la centralidad del ser humano en nuestros proyectos vitales y la Tierra como casa única para todas las personas y que genere espacio de vida para todas las personas.

El verdadero calor vital sólo lo generan el ser humano y la Tierra que lo acoge. El FMI, el BM, la OMC, por poner algunos ejemplos, sólo dan asco y pobreza, miseria y dolor.

Las armas, las drogas y sus negocios, el tráfico de seres humanos generan víctimas y sometimiento, violencia y desprecio.

Este estilo de vivir nos va a llevar poco lejos. O muy lejos, demasiado lejos, dependiendo dónde pongamos nuestra mirada.

El hacer posible otro estilo de vivir que empatice tierra y ser humano quiero proponerlo desde tres apuestas: La necesidad de volver a la tierra. La tarea de volver a una relación vital. La urgencia de volver al ser humano y a la tierra recuperando cuanto se le ha robado.

No es ni más ni menos que apostar, desde la ecología, por unas relaciones humanas igualitarias, por unas relaciones humanas más justas y unas relaciones humanas más comunitarias.

La necesidad de volver a la tierra: reparto de la riqueza

Sólo posibilitaremos el equilibrio necesario en el mundo si procuramos relaciones equilibradas entre tierra, naturaleza (animales y plantas) y los seres humanos.

El sistema socio-económico en el que hoy vivimos, afirma B. Russel que “arremete contra la naturaleza y despilfarra los recursos naturales del planeta”.

La desertización, como hecho desequilibrante, por ejemplo, es un signo de desprecio con quien puede hacer posibles que todos los seres humanos vivamos con dignidad.

La despoblación, es un insulto moderno al que nos ha abocado el imbécil consumo y la competencia feroz del mercado.

Volver a la Tierra será algo imprescindible en poco tiempo, dará frescura e igualdad a una sociedad marcada por la angustia y la ansiedad.

El medio rural y sus pueblos fueron avasallados por una cultura salvaje que se ha dicho urbana, por señalar de dónde provenía; pero durante más de 40 años, al final, no nos ha dejado más que desolación y pobreza. El ser humano está necesitando volver a recuperar su propio medio, su propia relación, con el otro yo, más justo y fraterno, que no hará posible sino la Tierra.

La Tierra y la naturaleza han tenido siempre la misión de producir alimentos y ser para el ser humano motivo de disfrute y de relación personal. Cuánto de todo esto se ha perdido y estamos en el deber y la responsabilidad de recuperar.

Volver a la tierra será un derecho y, sobre todo, en tiempos como los actuales, será un deber hacerlo para con una sociedad desde la que no se puede continuar explotando, esquilmando, empobreciendo y desintegrando los muchos recursos, pero no infinitos; y a muchos colectivos humanos, pero siempre seres humanos.

La Tierra siempre será la mejor posibilidad de experimentar en justicia con todos los seres humanos un mundo de todos y para todos, sobre todo en el acceso a la alimentación.

La tarea de volver a una relación vital: más que sostenibilidad

Si el papel predominante de la Tierra es producir alimentos para todos, no puede ser que se le adjudique el papel de especular según el mercado generando injusticia en las relaciones humanas.

La apuesta frente a la especulación y el mercado que deshumaniza, que debilita las relaciones entre pueblos, ha de llevarnos a reforzar, crear y potenciar cauces de justicia en el reparto de la alimentación, de la propiedad y de otros bienes de la Tierra; pues será el único medio de recuperar el tono vital que provoca una sociedad profundamente identificada con su misma Tierra y convencida, como dice Ernest Bloch, de que “la Tierra tiene sitio para todos, o lo tendría, mejor dicho, si fuera administrada con el poder de la satisfacción de las necesidades en lugar de con la satisfacción de las necesidades del poder”.

La vuelta a la Tierra que procura y tiene en su mismo ser un lugar para todos hace replantearnos algunos pilares sociales fundamentales para avanzar con vitalidad hacia otra sociedad, y que injustamente sostiene el sistema que sustentamos.

Uno de estos pilares que la ecología alternativa y otras perspectivas nos debe replantear es el del sistema privado frente a la propiedad pública y colectiva en la utilización y disfrute de la naturaleza.

Recuperar la Tierra,“ que tiene un sitio para todos”, nos conduce a replantear lo más propio de ella; “disfrutar de ella sin explotación y despilfarro; acceder a ella para satisfacer las necesidades básicas, que potencie el bien común”.

Tierra y sociedad; naturaleza y ser humano, pueden conducirnos a una forma más armónica de vivir si logramos aprender y poner en práctica apuestas comunitarias y transformadoras a favor sólo del ser humano y de todos los seres humanos, al margen de estructuras que lo imposibiliten.

El ser humano que se identifica con la Tierra es para disfrutarla y vivir de ella justamente. No puede ser, por ejemplo, que la riqueza más propia de la Tierra en los productos ecológicos les estén vetados a quienes no tienen recursos.

La urgencia de volver al ser humano y a la Tierra recuperando cuanto se le ha robado: resistencia

El paso del tiempo y de la historia han generado recursos en la explotación de la Tierra; han generado grandes movimientos y organizaciones; han hecho que crezcan y se multipliquen estos recursos. ¡Cuántas multinacionales han crecido a la sombra de la propiedad de la Tierra o del mercado puesto en valor! Pero toda apuesta verdaderamente ecológica debe posibilitar que crezca quien realmente debe estar en juego, su gente autóctona y sus potenciales pobladores.

Todos los seres humanos, autóctonos o pobladores, tenemos la urgencia de trabajar para que nos devuelvan el valor de una alimentación sana.

Que nos devuelvan las costumbres ancestrales y la cultura destruida, secuestrada y no valorada por la imposición de un sistema desigual.

Que nos devuelvan el tiempo robado por un sistema que hasta las horas mercantilizó.

Que nos devuelvan la contemplación como necesidad espiritual del propio ser humano.

Que nos devuelvan otro modo de necesitarnos y relacionarnos para solucionar conflictos y disputas.

Que nos devuelvan nuestras propias relaciones de horizontalidad y hospitalidad.

Que nos devuelvan los sistemas de organización popular desde la tierra y para la tierra.

Apostar por la soberanía única del ser humano y la Tierra, ese es el camino.

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