Sociedad civil y desigualdad

sociedad civil y desigualdadDel mundo anglosajón nos llega la noción de sociedad civil, que es el poder que tienen los ciudadanos frente al estado, pero en colaboración con él, para tomar decisiones que afectan a los individuos, expresando sus intereses.

Por tanto, hay una diferencia entre sociedad política, que es la organización política de una sociedad, y sociedad civil, que es la organización de esa sociedad para paliar o, en su caso, solucionar problemas sociales y económicos. Es, por tanto, el mecanismo transformador de las sociedades democráticas.

Un nuevo totalitarismo

En las sociedades totalitarias, bien comunista bien fascista, no hay sociedad civil, porque, como decía Benito Mussolini, “todo está dentro del Estado y nada fuera de él”. El nuevo totalitarismo lo representan hoy las sociedades teocráticas modernas, como es el mundo musulmán, donde tampoco hay sociedad civil “porque todo está dentro del Corán”.

Solo ha sido posible la creación de la sociedad civil, de manera lenta, en el Occidente cristiano, cuando la ciencia se independizó de la religión, siendo el Renacimiento el punto de partido de esa independencia en el momento en que el valor cultural de la sociedad fue el hombre y el hombre fue el centro del mundo, no Dios.

Con la sociedad civil, liberada del pensamiento religioso o del totalitario, los pensadores plantearon cómo disminuir o incluso eliminar la desigualdad, que ahora no es entendida como un designio divino sino como un mal reparto de los bienes producidos por los hombres.

La propiedad de los medios de producción como causa de la desigualdad

Carlos Marx dijo que la desigualdad se producía por el reparto de “la propiedad de los bienes de producción” y que quien controlaba los bienes de producción era el rico; por tanto, si la clase obrera quería abandonar la miseria, debía controlar o adueñarse de los bienes de producción que estaban en manos de la burguesía.

Carlos Marx vivió en pleno siglo XIX, en el que la producción se debía bien a la sustitución de la lana como prenda de vestir por el algodón (primera revolución industrial), bien a la sustitución de unas fuentes energéticas por otras (segunda revolución industrial, con el petróleo). Lo cierto es que Carlos Marx vivía en un siglo de grandes transformaciones, como el ferrocarril, que con sus 30 km por hora revolucionaba los medios de transporte. Pero en su análisis no tuvo en cuenta ni al campesinado ni a la creciente clase media; para él solo había burguesía y proletariado.

A finales del siglo XIX el pensamiento marxista estaba en un callejón sin salida. Sus fórmulas no eran viables, porque el Estado intervenía en economía y en política social: por ejemplo, en la aparición del derecho al cobro de una pensión o de seguros de salud; ese fue el caso alemán. Al mismo tiempo, las clases medias tenían sus representantes políticos, que no eran ni de izquierdas ni de derechas. Intervención del estado en materia económica y social, y aumento del número e importancia de las clases medias fueron el principio del fin del pensamiento marxista.

La diferencia de salarios

Lenin reformó el pensamiento marxista cuando observó la importancia de la banca y, por tanto, del capital financiero. Ahora la desigualdad no estaba sólo en el control de la propiedad de las fábricas, sino en el capital financiero que “endeudaba a los estados, a las naciones y a los pueblos”.

Ambos pensadores se olvidaron de otro mecanismo de desigualdad, como es la diferencia salarial; por eso, este mecanismo fue objeto de estudio a principios del siglo XX, cuando se planteó la aplicación de la progresividad a la creación de un nuevo impuesto, el Impuesto sobre la Renta.

Liberado el pensamiento socialista del yugo del pensamiento comunista, fueron los partidos socialistas europeos los que plantearon la disminución de la desigualdad en las sociedades, junto con el control del escándalo de los ricos, a base de políticas fiscales de progresividad en el impuesto sobre la renta. Había nacido la socialdemocracia, también llamada estado del bienestar.

El modelo socialdemócrata

Algunos mecanismos para disminuir la desigualdad los habían implementado los fascistas italianos: el salario mínimo, los convenios colectivos, la política de construcción de viviendas sociales o las vacaciones pagadas.

A estos mecanismos los partidos socialistas añadieron la progresividad fiscal, la educación como niveladora y como generadora de igualdad de oportunidades, la incorporación de la mujer al mundo laboral, el acceso a la sanidad como derecho y no como privilegio o el derecho al cobro del subsidio de paro.

El modelo socialdemócrata se basaba en el crecimiento económico, es decir, más producción de bienes y servicios, y más impuestos; el final de este planteamiento se dio en Suecia cuando un médico tuvo que pagar el 102% de lo que ganaba: ganó 100 coronas y tuvo que pagar 102 coronas en impuestos. Este modelo entró en crisis cuando a muchos ciudadanos ya no les interesaba trabajar sino solo a una mínima parte de ellos, lo que produjo que el Estado no recaudase lo suficiente para mantener políticas de gastos expansivas.

La competencia

A principios de la década de los años setenta los poderes económicos diseñaron un nuevo tipo de sociedad cuando introdujeron, en todos los ámbitos de la vida, el concepto económico defendido por Hayek: la competencia.

Para que haya competencia y que ésta sea la rectora de la vida económica tiene que haber desmantelamiento del estado del bienestar; paralelamente a este principio, la revolución tecnológica permite aumentar la productividad y disminuir la mano de obra contratada; por tanto, aparece un nuevo mecanismo de desigualdad económica: el paro, el trabajo parcial o la inestabilidad laboral.

El siglo XXI seguirá está senda, porque la tecnología hará innecesaria la contratación de mano de obra. Solo con la robotización, se expulsará del mercado de trabajo a cientos de empleados. Así en el sector del transporte, cuando se familiarice el transporte sin conductor humano, no harán falta ni chóferes ni transportistas ni camioneros; o en el sector de la alimentación, cuando se familiarice el sistema de pago electrónico por medio del teléfono, mediante el cual, cuando cojo un producto de la estantería y lo introduzco en la cesta de la compra, ya está cargado en mi cuenta corriente: no harán falta empleadas; o en el sector doméstico, cuando aparezca el robot limpiador, sobrarán las empleadas de hogar, y para que esto suceda, en diez años tendremos implementadas las nuevas tecnologías.

A modo de resumen, diremos que la desigualdad y, por tanto, el escándalo de los ricos, se produce bien por la privatización de los medios de producción (teoría marxista), bien por la desigualdad salarial, bien por la inestabilidad del mercado laboral.

Alternaativas

¿Cuáles son las alternativas, si es que hay alguna desde la sociedad civil?

La primera alternativa es valorar, en su justa medida, el éxito de la empresa privada, porque la empresa privada también fracasa. Por lo tanto, es el mundo de la economía social, es decir del cooperativismo, el que aparece como alternativa a la empresa privada; ésta fue y es la alternativa que nació de las entrañas de los movimientos sociales, cuya fórmula perdura. Denostado u ocultado por los medios de comunicación, el cooperativismo sigue siendo viable en el mundo de la robotización.

Respecto a la desigualdad salarial, es necesario regularla, partiendo del hecho de que distintos oficios y ocupaciones tienen distintas rentabilidades; en este sentido, el estado tiene que intervenir limitando la desigualdad salarial, y para ello son necesarios los estudios económicos sobre desigualdad salarial.

Respecto a la inestabilidad laboral, el mundo de la empresa camina hacia contratos diarios y parciales, es decir, hacia un mundo de parados. Por ello, es necesario crear bolsas financieras.

¿Qué son las bolsas financieras? Son bolsas de acciones que se entregan a los individuos. Esas acciones no pueden venderse sino acumularse, con objeto de ser transformadas en ingresos en determinadas situaciones, por ejemplo al llegar la edad de jubilación. Dicho de otro modo, si ahora la riqueza está en el capital financiero, repartamos dicho capital mediante la creación de bolsas financieras.

Juan Antonio Cabezos

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