Obispos y sentido común

Tania Estévez

Queridos lectores de Utopía: Soy una fiel lectora de la revista y no sé si les pasa a ustedes lo mismo que me sucede a mí cada vez que oigo la frase “Los obispos dicen…”. En ese mismo momento los oídos comienzan a dolerme y me pongo a temblar; incluso, si el obispo que habla es Rouco, Cañizares, García Gasco o Martínez Camino, mi tembleque se acerca al paroxismo. En los últimos tiempos han hablado tantas veces y han dicho tales despropósitos sobre tantas cosas, que creo que han perdido el sentido común. Menos mal que mi fe no se apoya en lo que ellos dicen o hacen. La homosexualidad, las clases de religión, la asignatura de educación para la ciudadanía, el concepto de familia, el aborto, los teólogos que no comparten sus ideas, la laicidad, los descubrimientos de la ciencia, los divorciados y otras muchas cosas los tienen soliviantados; no dan abasto. Me temo que no pueden dormir ni aún con pastillas.

Y entonces me digo yo que nuestros obispos podrían hacer algunos ejercicios prácticos para no sufrir tanto, como por ejemplo: acudir al otorrino para que les quite la cera de los oídos, para ver si, oyendo un poco más y mejor a la gente, hablan menos; leer todos los días, durante unos minutillos (aunque sean quince), algo de teología actualizada; repasar algún libro de historia para constatar que ya terminó la edad media y, por tanto, que la sociedad civil es mayor de edad y no necesita que la tutelen continuamente las religiones; comprarse algún periódico o revista para comprobar que estamos en una sociedad plural y que eso no es malo porque sí; mirar en el diccionario para distinguir entre laicidad y laicismo; leer algo sobre educación para la ciudadanía, para entender qué es la democracia y la libertad; tomarse unas pastillitas de tolerancia, libertad y disfrute de la vida, con el fin de que puedan respirar y no se ahoguen, viviendo y dejando vivir; repasar el evangelio para darse cuenta de que muchas cosas que ellos dicen no sólo no están ahí, sino que ellos dicen lo contrario; tomar un reconstituyente, muy necesario ahora, que se llama sentido común, aunque no es fácil encontrarlo y mucho menos comprarlo.

En fin, amigos, no nos desesperemos pero no nos callemos; si ellos hablan, también quienes vemos a Jesús como liberador y no como inquisidor tenemos que hablar.

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