LOS PLACERES GRATUITOS

Antonio Zugasti 

Recuerdo que hace mucho tiempo, en aquellos lejanos años en que los sindicatos estaban al ataque y los trabajadores reivindicábamos mejoras, en mi empresa se estaba negociando el convenio colectivo. Se pensó en reivindicar, entre otras cosas, una reducción de jornada que supondría dos días menos de trabajo al año. Se celebraron asambleas previas para que los trabajadores conocieran y aprobaran la plataforma reivindicativa que se iba a presentar a la dirección de la empresa. Cuando se pasó a debatir el tema de los dos días menos de trabajo, un compañero exclamó muy cabreado: “¿Y para qué quiero yo dos días más de fiesta si no tengo mil duros para gastármelos esos días?

El pobre hombre no concebía la fiesta si no era gastando dinero: consumir, consumir y consumir. Lo cual, por otra parte, es bastante normal cuando se trata de un creyente en el dios dinero. Porque ese dios promete la felicidad a sus seguidores, pero, fiel a su carácter, exige un pago por ello. Sus medios de comunicación (que son casi todos los del mundo, y desde luego todos los importantes) están plagaditos de anuncios en los que se promete generosas dosis de bienestar y felicidad gracias al consumo de algo que siempre, siempre, cuesta dinero. Puede ser un coche, una colonia para hombres guapos, un viaje, un salchichón, o lo que sea. Felicidad abundante, pero pagando, siempre pagando.

En otras páginas, de UTOPÍA expertas/os compañeras/os analizan si es un buen camino para alcanzar la felicidad ese que ofrece el dios dinero, pero lo que quiero hacer notar aquí es que el Dios de Jesús es mucho más generoso. Continuamente nos ofrece satisfacciones gratuitas. Ya lo dijo el profeta Isaías: “Oíd, sedientos todos, acudid por agua, también los que no tenéis dinero: venid, comprad trigo, comed sin pagar: vino y leche de balde.”

Nuestro Dios nos ofrece una vida plagada de posibilidades por las que no tenemos que pagar. Posibilidades de realización y plenitud humanas. Posibilidades de alcanzar un sencillo bienestar mucho más satisfactorio y estable que el conseguido a golpe de billetes. Posibilidad de disfrutar los pequeños o grandes placeres y satisfacciones que la vida nos ofrece gratuitamente.

Descubrir esas posibilidades y hacerlas efectivas creo que es la mejor manera de evitar el resbaladizo camino que promete llevar a la felicidad por el consumo. Y en consecuencia, caminar hacia un mundo en que haya otro Dios que el dinero.

Rafael Fraguas tiene un libro titulado Madrid, los placeres gratuitosen que invita a los madrileños a disfrutar de su ciudad con una serie de actividades gratificantes y nada costosas. Lo mismo se podría escribir “Asturias o Málaga o Albacete, los placeres gratuitos”. Creo que todos podemos buscar y gozar de esos placeres gratuitos.

La vida empieza facilitándonos gratuitamente las cosas más importantes: el amor, la amistad, la belleza, los paisajes, la capacidad de saber, de jugar y reír. Nos invita a buscar un sentido para nuestra existencia y a recuperar la alegría de vivir. Alegría que otros pueblos mucho más pobres disfrutan mucho más, mientras que nuestra sociedad la ha perdido, obsesionados por rodear nuestra vida de comodidades y lujos.

Respirar y Caminar es el título de un precioso librito de Juan Masiá, y podíamos ponerlo como ejemplo de uno de los más sencillos, asequibles y gratificantes placeres gratuitos. Respirar y caminar, sobre todo si lo hacemos cerca de la naturaleza, aunque sea la doméstica naturaleza de un parque urbano, sentirnos vivos, activos, libres (Labordeta canta: “y para los hombres caminos con viento y con libertad”). Sentir el viento que llena de vida nuestros pulmones, dejarnos acariciar por él, activar nuestro cuerpo, dejar en paz nuestra mente y llenar el corazón de gratitud y gozo.

Y para descansar del paseo qué mejor que la lectura de un buen libro (libro que podemos sacar de la biblioteca municipal o intercambiarlo con un amigo). Los millones de libros editados nos permiten enriquecer nuestra mente y pasearnos por los mundos más fantásticos y sugestivos.

¿Y qué cosa más gratuita y gratificante que el amor y la amistad? En unas relaciones humanas positivas y gratificantes tendríamos que buscar las personas una de nuestras principales fuentes de bienestar. Unas relaciones que exigen salir cordialmente de este mundo individualista y competitivo en que estamos metidos.

El hombre y la mujer, que han sido formados en la sociedad, pueden a su vez actuar sobre ella. La actividad social es otro campo de realización de la persona. Una inmejorable manera de dar sentido a nuestra vida, incorporándonos a esa enorme legión de seres humanos que, tras las huellas de Jesús de Nazaret, han participado en la formidable tarea de empujar la Historia hacia la fraternidad y la libertad.

Por otro lado, la humanidad es el resultado de la fantástica evolución de un cosmo cuyos límites se nos escapan en todas direcciones. La madre naturaleza no es una expresión retórica. Somos, en cuanto hoy podemos saber, el final al que han llegado los vertiginosos torbellinos de infinitos átomos arrastrados por una dinámica imparable que les empuja a la vida y al espíritu. La vuelta a la naturaleza, no para consumirla, sino para hermanarnos con ella, para vibrar al unísono de su hondo latido, es reencontrarnos con nuestras raíces más profundas, y una fuente de gozo sereno y hondo. Y el conocimiento de la naturaleza que hoy nos proporciona la ciencia nos ofrece una fascinante visión del universo y del misterio en que se pierden las más avanzadas investigaciones científicas.

La naturaleza humana reclama también el desarrollo de una cultura física. El deporte no como espectáculo alienante, sino como ejercicio y potenciación de nuestras posibilidades físicas es un elemento muy importante para un desarrollo equilibrado de nuestra realidad corporal y una actividad gratificante.

Podíamos hablar de otros muchos campos en los que podemos encontrar una multitud inacabable de placeres gratuitos: el juego, cualquier juego, es una actividad placentera en sí misma, el placer de saber que es consustancial al “Homo Sapiens”, disfrutar del arte, la música, la danza, las más diversas aficiones…

Todo esto no son más que una serie de sugerencias y consideraciones generales que59 Reflexiones 3 cada uno las puede aplicar a su vida, con su temperamento, sus gustos y sus inclinaciones. Pero también sería bueno que esto lo reflexionáramos en grupo, en comunidad. Que nos ayudáramos unos a otros a descubrir esos pequeños o grandes placeres gratuitos que pueden hacer nuestra vida más grata y nuestro mundo más humano, fraterno y placentero. Que, como reza una oración escrita por Tomás Moro: “Señor, dame humor para que logre sacar algo de felicidad de esta vida y pueda ofrecérsela a los demás.”

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