Laicidad: un estado laico con organismos públicos laicos en una sociedad civilmente laica

 Javier Domínguez

Europa ha vivido durante siglos en un régimen de cristiandad. En este régimen, la Iglesia participa directamente en el poder político, legislativo y judicial a través del clero, sobre todo de los obispos. Hubo tiempos en que algunos obispos eran Señores feudales, con poder absoluto en sus feudos, para cuyo ejercicio contaban con ejércitos.

En Europa se produce una auténtica revolución que dura siglos y termina con el régimen de cristiandad, quita el poder político a los obispos y en parte al Papa y establece un régimen laico.

      Concretándonos al caso de España, el régimen de cristiandad, ya muy evolucionado porque ya no existen obispos con ejército o con tribunales que condenan a muerte, se perpetúa con Franco a través de lo que se llamó “nacional catolicismo”. En este régimen los obispos participan del poder legislativo (están presentes en las Cortes), del ejecutivo (están presentes en el Consejo del Reino y el Consejo de Regencia) y del judicial (en cuestiones matrimoniales el tribunal competente es el del obispo) . Además,  los clérigos y los obispos gozan de privilegios y no se les aplican las leyes generales del país. (Por ejemplo,  los sacerdotes reos de delitos graves como pederastia o violación no cumplen la condena en las cárceles del Estado, sino en conventos o lugares determinados por el obispo).

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Con este nacional catolicismo termina la Constitución de 1978, que establece un régimen laico. Cuando se discutía la Constitución, el Parlamento estaba de acuerdo en la laicidad del Estado (eran tiempos de consenso), pero la Conferencia Episcopal no estaba conforme con la absoluta laicidad de las instituciones y propusieron una fórmula, que fue aceptada por los políticos del consenso y pasó al texto constitucional: “Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica”…A esta propuesta de la Conferencia Episcopal, los legisladores añadieron “y las demás confesiones”.

Hay una lucha indudable entre los partidarios de la confesionalidad del Estado y los que opinamos que el Estado debe ser laico, absolutamente laico. Esta laicidad no se ha conseguido todavía. Incluso hay muchos que pretenden que la Constitución Europea incluya un artículo semejante al de la Constitución Española, reconociendo que Europa es lo que es por el cristianismo. Esta campaña está dirigida por el Papa personalmente.

Las relaciones entre la Iglesia y el Estado todavía no están claras. Sobre todo porque hay por medio un tratado internacional con el Vaticano, que tiene el valor normativo de todos los tratados internacionales .

Hemos puesto un título largo a este artículo: UN ESTADO LAICO, CON ORGANISMOS PUBLICOS LAICOS PARA UNA SOCIEDAD CIVILMENTE LAICA.

Un Estado laico,  es decir, un Estado en el que el poder legislativo, ejecutivo y judicial sean laicos, es decir,  neutros con respecto a la Iglesia o las iglesias o las confesiones.

En España todavía la Iglesia mantiene un poder judicial importante con respecto al matrimonio de los creyentes y en su delirio llega a no admitir como válido el matrimonio civil de los creyentes ni el divorcio. Pretendió, sin conseguirlo, que para los matrimonios de creyentes no fuera válido el divorcio. En tiempo de Franco los sacerdotes no podían contraer matrimonio, porque el celibato regía como ley civil.

En el poder ejecutivo y legislativo tiene también participación directa a través del Vaticano, que es un Estado internacionalmente reconocido y subscribe tratados  que incluyen el que los obispos y los párrocos reciben un sueldo salido de los presupuestos generales del Estado.

Propugnamos un Estado laico, es decir,  un Estado secularizado y democrático: un Estado para el que ser católico  o judío o islámico no suponga una condición especial que matice los derechos y los deberes de los ciudadanos.

 Organismos públicos laicos. La secularización en este aspecto de los organismos públicos es imparable, aunque todavía quedan algunos aspectos inquietantes. Los hospitales públicos no tratan de distinta manera a una persona porque sea creyente o atea. Las ventanillas de la administración son tan tediosas para un cristiano como para un musulmán y hoy en día podemos afirmar que los organismos públicos son laicos, gracias a Dios. Queda el problema de la educación pendiente y en litigio y el de las misas y actos religiosos en el ejército.

Para una sociedad civilmente laica. Hubo tiempos en que la sociedad civil se estructuraba por la religión, con barrios distintos para judíos, islámicos y cristianos, que se regían por normas distintas. El Rey se titulaba, el Rey de las tres religiones. Al propugnar una sociedad civilmente laica propugnamos una inserción en la sociedad civil por la ciudadanía y nada más que por la ciudadanía con igualdad de derechos y de deberes

¿Y la Iglesia qué? El Estado garantiza la libertad religiosa y la libertad de asociación religiosa. La Iglesia debe buscar su acomodo en un mundo secularizado, que debe empezar por la renuncia de una vez al poder temporal.

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