El largo camino del mestizaje

Luis Pernía Ibáñez (CCP de Antequera)

Mestizaje viene del latín miscere, que significa mezclar, y hace referencia al cruce de europeos, africanos e indígenas realizado a partir de 1492 en la América colonial. Una metáfora para expresar esta realidad puede ser el título del libro del escritor peruano José María Arguedas: “Todas las sangres”.

El mestizaje interétnico es un fenómeno que se produce desde la Prehistoria. En Europa fue particularmente importante a comienzos de la Edad Media, con grandes migraciones de pueblos nórdicos y asiáticos, y continuó luego interrumpidamente, produciendo verdaderos complejos étnicos. La ampliación del mundo, producido por el descubrimiento de América a fines del siglo XV, activó más el mestizaje, especialmente en el Nuevo Continente en donde afluyeron grupos muy diversos: españoles, portugueses, franceses, africanos, etc. El mestizaje fundamental se dio, como señalamos, entre los españoles, los indios y los  negros, ninguno de los cuales era obviamente una raza; los españoles, por ejemplo, procedían de ancestros muy diversos: indoeuropeos, semitas y camitas, y los indios eran producto del cruzamiento de grupos mongoloides, australinos, malayo-polinésicos y del sureste asiático.

La aparición de los mestizos fue una sorpresa para la Corona, que había pensado en una sociedad bipolar de españoles e indios. Los mestizos gozaron de gran prestigio a comienzos de la colonización pues sus padres eran conquistadores, y a menudo, sus madres eran mujeres indígenas de gran rango, y fueron adscritos al grupo español. El Inca Gracilazo de la Vega es quizá el mejor representante de esta generación, que se sintió muy orgullosa de sus ancestros. La situación comenzó a cambiar de signo a partir de mediados del siglo XVI, cuando aumentó el prestigio de los criollos.

Mestizaje fue también el cruce de españoles y negros, cuya primera hibridación fue llamada mulato. En el devenir de los años las mezclas fueron cada vez más complejos, como cuarterón (español y mulato); el quinterno (español y cuarterón), etc. También se produjo el mestizaje de indios y negros resultando los llamados zambos. Pero la mezcla fue cada vez más intensa surgiendo de ella nombres tan curiosos como pardos, castizos, moriscos, jíbaros, coyotes, albinos, sambayos, cambujos, albarazados, barcinos o chinos.

Toda las historia ha estado atravesada por las mezclas de las infinitas migraciones y movimientos de las poblaciones en busca de mejores condiciones climáticas y alimentarias. Podemos decir que es como una inmensa paleta donde se han mezclado todos los colores de los diferentes pueblos. En nuestros días esa mezcla polícroma continúa  con los movimientos poblacionales de la última hora, que en nuestro país son los hombres y mujeres inmigrantes.

Este encuentro interactivo entre los diversos pueblos ha definido cuadros de enorme belleza, de feliz convivencia, pero también importantes desencuentros que han dibujado y dibujan escenas borrosas y en muchos casos dramáticas.

Los países anfitriones, a menudo, han ejercido involuntariamente una considerable presión para asimilar a las personas que llegan de lugares remotos. Solo marginal y esporádicamente los países anfitriones toman en cuenta las diferentes maneras de vivir, pensar  y ser. Cada cultura está envuelta  por un empaque, que presiona y ciega,  y que rechaza, de manera instintiva, todo lo que  sospecha como una intromisión. No hay objeción a la mera curiosidad o intercambio de información, mientras que se pruebe que no quedarían huellas tangibles.

En nuestra experiencia de casi veinte años en los movimiento prosociales es una

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evidencia que las políticas migratorias intentan amparar una igualdad de derechos, pero no el derecho a la diferencia. Francia extremó su celo en la igualdad ante la ley, pero miró para otro lado en las especificidades de los recién llegados, en el derecho a la diferencia y ahí están las consecuencias.
Abundando en la hipótesis de que el mestizaje ha sido y es un  largo y difícil camino, veamos las razones que asisten a estas dificultades. Son razones naturales, culturales y sociales. Entre las razones naturales podemos destacar el etnocentrismo, que es algo así como una sola explicación del mundo. Es la creencia de la superioridad de la propia etnia, hasta el punto  que las escasas bondades de las demás dependen de la nuestra, y, por supuesto, todas las maldades son invención exclusiva de los demás. Las potencias coloniales elevaron el etnocentrismo a la categoría de dogma y basaron  en él las sinrazones de su fuerza. Pero el etnocentrismo está en todas las sociedades. Hasta las autodenominadas “cosmopolitas” lo practican, solo que, en su caso, enaltecen su pertenencia a una supuesta cultura universal no menos única que las demás. En definitiva, la expresión popular etnocéntrica “mi pueblo, con razón o sin ella” es ubicua y eterna.

64 Reflex 2Ente las razones culturales destaca con luz propia la teoría del choque de civilizaciones,  pero que conviene aclarar, porque la teoría del choque de civilizaciones o del complot islámico se ha ido elaborando progresivamente desde 1990, para proporcionar una ideología de repuesto al complejo militar e industrial estadunidense después del derrumbe de la URSS. El orientalista británico Bernard Lewis, el estratega estadunidense Samuel Huntington son su obra El choque de civilizaciones (1993), y el consultor francés Laurente Murawiec han sido los principales creadores de esta teoría, que permite justificar, de forma no siempre racional, la cruzada de EEUU por el petróleo. Mejor habría que pensar con Leonardo Boff, comentando el libro Planeta Favela 2006,  que la frase “choque de civilizaciones” acuñado por el mencionado fracasado estratega del guerra de Vietnan, Samuel Hintngton como formato de futuras guerras  se daría entre la ciudad organizada y la multitud de villas miseria del mundo. Y es que la humanidad siempre se organizó de modo que los grupos fuertes se quedasen con la tierra y sus recursos, dejando a la mayoría excluida. Con la irrupción del  neoliberalismo, en los ochenta, ese proceso tuvo vía libre: se privatizó todo, los bienes y servicios se concentraron en pocas manos a tal ritmo que los países periféricos quedaron desestabilizados socialmente, con millones y millones de personas lanzadas a la más pura informalidad. Para el sistema, ellos son el “aceite quemado”, “ceros económicos”, “masa superflua”.

Finalmente  las razones sociales del espinoso camino del mestizaje pueden sintetizarse en la inseguridad son los otros. Porque las diferencias entre las personas, en principio, no son las que producen la desigualdad, sino los mecanismos de exclusión asociados a esas diferencias. En el caso de la inmigración, construido sobre la diferencia nativo/ extranjero, la discriminación supone en primer lugar resaltar lo “diferente” del extranjero, categorizando algunos rasgos diferenciales que, en ocasiones, son meras circunstancias (haber nacido en otro lugar, no tener en regla sus papeles o expediente administrativo,  profesar otra religión, o hablar otra lengua) o, simplemente, fenotípicos: tener los ojos rasgados, ser moreno, hablar alto, etc.  Más aún, se resalta, que nuestra convivencia se encontraría amenazada por esos “nuevos bárbaros” de tal manera que se daría razón a Sartre cuando dice que “el infierno son los otros”. No es el otro como competidor de nuestro precario trabajo, sino su presunta condición de agresor de nuestra identidad individual y colectiva, que amenaza nuestras calles, nuestras noches y que nos roba nuestro futuro. Es el delincuente, el que nutre la agenda de los sucesos desagradables de nuestros periódicos, y que hay  arrojar por el barranco, como al chivo expiatorio bíblico.4d

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Ante el difícil camino de mezcla, no hay que perder de vista la ética cristiana, basada en la fe en Dios Padre y Madre, que convierte a todos los otros en “hermanos y hermanas”  traduciendo esta afirmación, en el ámbito social, en la construcción de una sociedad solidaria. Los deberes con el otro son puestos en primer término, la justicia ya no es minimalista y la igualdad se armoniza con el respeto a diferencia.

Mientras sobrevuela la pregunta de cuál es la raíz axiológica de tantos imponderables a la mezcla, de tantas fracturas sociales, yo me quedo con el mestizaje de la propia vida, esas parejas mixtas y familias trasnacionales que me encuentro por la calle, mientras en la escuela de mi barrio, donde concurren 20 nacionalidades, el maestro ensaya, con inusual constancia, los versos de Pedro Guerra: “Contamíname, pero no con humo que asfixia el aire, pero sí con tus ojos y tus bailes, con los labios que anuncian besos. Contamíname, mézclate conmigo que bajo mi rama tendrás abrigo”

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