CINCUENTA AÑOS DE UNA PARROQUIA CON CCP DURANTE QUINCE

Aurelio de León Gómez

Párroco

Se trata de la Parroquia de San Andrés de Talavera de la Reina.

Fue creada en el mismo año en que se inició el Concilio Vaticano II, 1962.

Situada en los barrios periféricos más humildes de la ciudad, comenzó su andadura al socaire del espíritu innovador de Juan XXIII, potenciado después por el Concilio.

Dada la situación religiosa, cultural y social que se vivía en la ciudad y particularmente en aquellos barrios, se tuvo bien claro, desde el principio, que la Iglesia no podía permanecer encerrada en sí misma, y ajena a las situaciones concretas de las personas que estaban en su entorno. La fe cristiana, entendimos desde el principio, exigía la implicación en la solución de los gravísimos problemas que agobiaban a la gente, máxime en tiempos de la dictadura franquista que no dejaba posibilidad de reivindicación y protesta pública y no admitía a organizaciones sindicales y políticas. Un grupo de sacerdotes jóvenes acompañados de seglares socialmente comprometidos trabajaron denodadamente y con no pequeño riesgo por el cambio social y religioso de aquellos barrios, cubiertos con el paraguas protector de la Parroquia. Tuvimos después la suerte de conectar con Comunidades Cristianas Populares, por los años setenta del siglo pasado, y desde entonces el espíritu de CCP marcó el estilo de actuación de la Parroquia. Con ellas y con la ayuda recibida de las comunidades de Madrid, durante quince años, los que pudimos estar allí, nos sentimos reforzados y eficazmente apoyados en las tareas emprendidas.

En lo religioso tuvimos que enfrentarnos, al principio, con las diferentes categorías de culto sacramental, siempre asociadas al dinero que se diera. Los aranceles, que la gente considera pago por determinados actos de culto, entendimos que no tenían justificación y deberían suprimirse. Nos costó Dios y ayuda, pero se hizo. La formación religiosa de la gente, que se inició en los primeros momentos, se complementó y enriqueció, gracias a Comunidades Cristianas Populares con su revista, con los cursos de Teología dirigidos por el inolvidable Julio Lois, y con la orientación bíblica que se fue recibiendo de distintos especialistas. Algo muy nuevo e interesante fue el sentido antropológico que informó la catequesis parroquial, gracias a las orientaciones de CCP. En este tiempo se funcionó en plan asambleario y las decisiones de cierta importancia siempre eran estudiadas y tomadas por toda la comunidad cristiana que vivía su fe en esta parroquía.

Pero como decía anteriormente, objetivo destacado a conseguir por la parroquia fue siempre la promoción cultural de unos barrios en los que más del 50% de las mujeres eran analfabetas absolutas y donde sólo había un colegio público en pésimas condiciones para más de ocho mil vecinos, con muchas familias numerosas. Primero fue el Centro de cultura y promoción social de la mujer, y escuelas sostenidas por cuotas de personas interesadas en la actividad, después fueron las clases de apoyo para niños y niñas, y las de preparación para la obtención del Graduado escolar para adultos. Finalmente y recogiendo todas las iniciativas antes mencionadas, surgió por el empeño que pusieron en ello los miembros de CCP, la Asociación Socio-Cultural San Andrés, con actividades tan interesantes como la gestión de la Casa de acogida de mujeres víctimas de violencia de género y sus hijos e hijas, y multitud de cursos y otras actividades, con el fin de conseguir la integración social de personas marginadas o en riesgo de exclusión.

Por otra parte, la problemática social de los distintos barrios de la parroquia exigía atención especial y así se prestó. Destacaba, sobre todo, como gran cuestión a resolver la situación de las viviendas antihigiénicas-infrahumanas en que habitaba la mayoría de las familias, en aquellos años de especulación del suelo. La respuesta a este problema fue la creación de grupos-cooperativos integrados en los cuales los interesados se construyeran su propia vivienda, con la ayuda de la Parroquia, sin intervención de ningún especulador. Se pretendía, a la vez, que la intervención directa de los cooperativistas en la gestión y construcción de las viviendas fuera creando en ellos vínculos de amistad, compañerismo y solidaridad, valores fundamentales en una verdadera comunidad de vecinos.

Como suele pasar con demasiada frecuencia, cuando algo innovador irrumpe en la sociedad y en la Iglesia, también en nuestro caso la actuación de la Parroquia, sobre todo después de la integración en ella de las Comunidades Cristianas Populares, tuvo que soportar el rechazo de sectores muy significativos, eclesiásticos y políticos de la época, así como de gente de vida religiosa muy tradicional. Pero el modelo de Iglesia que en San Andrés se vivió y el compromiso social que desde allí se promovió durante treinta y un años, y que CCP alentaron durante quince, hasta que nos impidieron continuar en la parroquia, sigue siendo para muchos y muchas el modelo religioso y socio-político que informa sus vidas y su compromiso en favor de los empobrecidos de la sociedad.


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